lunes, 30 de junio de 2025

¡CON TIZAS, SUEÑOS Y MUCHO AGUANTE: hoy celebramos a nuestros maestros!

De la paciencia de Job al arte de enseñar con una pizarra rota, los maestros dominicanos merecen más que una manzana… ¡merecen una pensión digna y un aplauso de pie!

Por: Massiel Reyes-Leconte

¿Quién dijo que ser maestro era fácil? En República Dominicana, nuestros educadores se gradúan no solo de licenciados, sino también de artistas, psicólogos, padres sustitutos y hasta ingenieros en manualidades con cartulina y pega loca. Hoy, 30 de junio, es el Día del Maestro, y más que felicitarles, queremos rendir homenaje —con una sonrisa y un toque de café frío sobre el pupitre— a esos héroes del aula que, con un marcador medio seco, escriben futuro.

Maestra que resuelve con una regla rota es más eficaz que una laptop sin internet.
A lo largo y ancho del país, desde Montecristi hasta Higüey, hay miles de docentes que transforman cada día en una aventura educativa: explican historia con sabor a mangú, enseñan matemáticas como si fueran recetas de habichuelas con dulce y sobreviven a grupos de 40 estudiantes con la elegancia de una orquesta sinfónica en recreo.

¿Y qué decir de los métodos de enseñanza?
No hay algoritmo de inteligencia artificial que iguale el “si no entendiste así, vamos a intentarlo de otra forma” que repiten con paciencia eterna. Ni ChatGPT ni Google igualan la mirada del profe cuando uno dice “¡ahhh, ya entendí!”. Ese “click” no tiene precio. Y no hablemos del momento glorioso cuando el estudiante que nunca habla levanta la mano… ¡milagro educativo!

Un estudio con cariño (y tiza):
Según datos del Ministerio de Educación, más del 80% de nuestros docentes han completado capacitaciones adicionales fuera de su horario laboral. Eso no es vocación… ¡eso es amor nivel premium! Porque ser maestro no es un trabajo; es una causa. Y a veces, una lucha, cuando toca hacer huelga porque los sueldos no suben, pero la cuenta del colmado sí.

Y el salario… que no siempre saca buena nota.
Muchos de nuestros maestros aún cobran como si educar fuera un pasatiempo y no una labor de alta exigencia emocional, física e intelectual. Que nadie se engañe: el aula no se llena solo de conocimiento, sino también de facturas que esperan ser pagadas. Y cuando el sueldo no alcanza ni para reponer el borrador perdido, se evidencia que el aplauso no basta. Hay que dignificar en la práctica, no solo en el discurso.

Maestros dominicanos, patrimonio nacional con pizarra incluida.
La pandemia reveló algo que sabíamos pero no siempre valoramos: que sin los maestros, no hay república que avance. Fueron ellos quienes, entre Zoom y WhatsApp, siguieron enseñando aunque el internet estuviera “guindando de un hilo” y el celular fuera compartido con toda la familia. ¿Superpoderes? No. Profesores dominicanos.

¿Cómo celebrarles hoy?
Con flores, sí. Con bombones, también. Un "Bono extra", no ta' mal. Pero sobre todo, con respeto, dignidad y políticas públicas que los pongan donde siempre debieron estar: en lo más alto de la escala social. Porque educar no es solo preparar para un examen, es sembrar país, construir futuro y aguantar que te griten “¡profe, no la boooorrrrreeeeeeee!” 1 hora despues, o "e'pliqueme otra vez" que no entendí (17 veces despues de haberlo explicado y en varios idiomas).

¡Gracias, maestros!
Por ser faros en medio del apagón mental, por corregir con tinta roja pero corazón grande, por seguir creyendo en cada estudiante aunque llegue sin desayuno. Hoy brindamos por ustedes (con leche de cajita en vaso plástico) y gritamos fuerte: ¡Feliz Día del Maestro, caramba!


NO HAY SIM PA’ NADIE SIN CÉDULA NI FOTO

Con la nueva medida, cada chip tendrá dueño con foto incluida. ¿Y el call center criollo de Najayo? Van a tener que buscar otra señal.

Por Massiel Reyes-Lecont 

¡Atención, República Dominicana! Si tú, tu primo o el vecino del tercer piso están pensando en comprar un SIM "bajo perfil", será mejor que lo piensen dos veces. El Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel) ha dicho: “Hasta aquí llegó el relajo”.

A partir de ahora, ningún chip podrá ser vendido sin la cédula del comprador y su respectiva fotografía. Sí, como en la Junta, pero con menos estrés (esperamos).

Según el nuevo reglamento, los SIM tendrán nombre y apellido. Se acabó el misterio de "¿quién me llamó de este número raro a las 3 a. m.?", porque cada línea telefónica tendrá un rostro y un documento de identidad que la respalde.

"Sonría para el SIM"

El proceso no será tan traumático como parece. Bastará con presentar tu cédula y posar para la foto. Eso sí, no se aceptan selfies borrosas ni filtros de unicornio. Este es un asunto serio, aunque lo contemos con risa.

Indotel busca frenar la venta ilegal de chips que terminan en manos no tan santas: estafadores, suplantadores de identidad y otros personajes que harían sonrojar hasta a los guionistas de películas de acción.

 ¡Y las telefónicas a correr!

Como si fuera poco, las empresas telefónicas tienen ahora 30 días para depurar todas esas líneas prepago que andan por ahí sin dueño oficial. O sea, si tienes un chip que activaste en una esquina por “ahí mismo”, más vale que regularices eso pronto, no vaya a ser que te lo borren como tu ex del WhatsApp.

Las telefónicas están en modo limpieza: revisando, cruzando datos, y preparándose para decirle adiós a miles de líneas sin nombre, apellido ni foto.

 Y en Najayo… ¿cómo están los Call Centers?

Aquí viene la parte buena: ¿Y los famosos clusters empresariales de Najayo, que operaban como verdaderos call centers del otro mundo, vendiendo de todo por teléfono con SIM que “aparecían” de la nada?

Pues bien, el negocio del SIM anónimo se les cayó como torre de dominó mal parada. Ahora tendrán que buscar nuevas formas de entretenerse entre rejas. Porque con esta medida, hasta los más avispados tendrán que presentar su foto con cara de “yo no fui”.

Lo legal ahora es lo cool

Esta medida no es para complicarte la vida, sino para protegerla. Menos fraudes, menos llamadas fantasma, más seguridad para todos. Así que la próxima vez que vayas a comprar un SIM, no olvides tu cédula… y tu mejor perfil.

Y si te dicen que te venden uno sin papeles, huye como si te estuvieran ofreciendo minutos gratis a cambio de tu número de cuenta.


TRÁNSITO CONTIGO… y sin tu carro en la acera

El Gobierno lanza una estrategia piloto que le dice adiós a los parqueos en vía pública en varios sectores del Distrito Nacional. El caos se reduce, pero las quejas… ya están en primera.

Por: Massiel Reyes-Lecont (Quien también se parkea “un chin nada más”)

El Gobierno dominicano decidió mover ficha (y carros) en el tablero del tránsito capitalino. A través del INTRANT, se lanzó la estrategia piloto “El Cambio en el Tránsito Comienza Contigo”, cuyo objetivo es reorganizar el tráfico… comenzando por donde más duele: ¡los parqueos callejeros!

Y no es relajo. Sectores de
"alta personalidad vehicular" como Piantini, Naco, Evaristo Morales, Ensanche Quisqueya, Centro de los Héroes, El Millón, Yolanda Morales y Urbanización Fernández se quedaron sin su parqueo “de confianza” en plena acera o al lado del colmado. La calle ya no será tu garaje, mi hermano.

Con esta movida, se eliminarán los parqueos en vía pública y se espera aumentar en un 33% la capacidad de circulación en más de 124 kilómetros de calles, lo que suena tan prometedor como encontrar Wi-Fi gratis con buena señal. ¿Recuerdas ese feeling de ver un huequito y tirarte un reversazo ninja? ¡Bye!

En otras palabras, menos carros parqueados en la calle = más carriles libres para que el tránsito fluya… o al menos para que el tapón se mueva un poco antes de que el semáforo vuelva a rojo, que traducido al dominicano es: más espacio pa' los tapones, pero con estilo.

Pero... ¿y dónde lo dejo?

Gran pregunta querido lector. Ahora que “el momento'ico” ya no es opción, muchos conductores se preguntan si también viene un milagro con parqueos privados, edificios con sótanos infinitos, o drones que recojan el carro y lo dejen en el techo.

Mientras tanto, el cambio será contigo... pero caminando desde donde encuentres un parqueo legal. Porque no hay vuelta atrás. El Gobierno promete que esto es solo el comienzo de una transformación. Pero mientras tanto, prepárate para buscar parqueo como quien busca oro en el Yuna.

 Opiniones de la calle (y de la acera también)

Los vecinos están divididos como el tránsito un viernes a las 6:00 p.m.:

“¡Por fin! Ya era hora que quitaran esos carros parqueados en la acera como si fueran parte del mobiliario urbano”
— doña Clara, residente de Quisqueya con cara de que ya tiene parqueo subterráneo.

“¿Y uno qué hace, se parkea en el aire? Uno se ta' bucando el moro y me parqueo ahí porque no hay de otra”
— Luis, delivery profesional con PhD en reversazos extremos.

¿Una capital más ordenada?

Aunque la idea es buena, la ejecución será el verdadero reto. El dominicano promedio necesita una transición, o al menos un mensajito de WhatsApp antes de que le lleven el carro en grúa.

Eso sí, si el plan funciona, podríamos ver un Distrito Nacional donde caminar no sea deporte extremo y manejar no sea acto de fe. Pero mientras tanto, paciencia, planificación... y buenos tenis.


viernes, 27 de junio de 2025

TAPÓN: 1 - TRANSPORTE COLECTIVO: 0 : ¿CUÁNDO CAMBIAREMOS EL MARCADOR?

La batalla diaria en nuestras calles solo se gana cambiando la forma en que nos movemos.

Por Massiel Reyes-Lecont

Dicen que en República Dominicana hay dos cosas seguras: que el arroz no puede faltar en la mesa, y que el chocolate con pan es el remedio perfecto pa’ cuando está lloviendo. Y, por supuesto, que en hora pico un tapón te va a encontrar aunque tú no lo andes buscando. No importa si vas por la Lincoln, la 27, la Colombia, la Luperón o un callejón de Villa Mella: el tapón es omnipresente, democrático y terco. Y sí, aunque uno intente esquivarlo, él siempre llega primero.

Uno puede pasarse horas en un embotellamiento mirando cómo el reloj corre y el combustible se consume, mientras la paciencia y la fe se agotan. Y es precisamente en mi afán de buscar alternativas que sí sean viables —nada de cuentos chinos ni promesas eternas— que me pregunto: ¿y si de verdad le damos una oportunidad seria al transporte colectivo?

Sé que muchos piensan: “¿Y dejar el carro? ¿Con este sol, este calor, y la gente apretujada como sardina?” Pero, honestamente, ¿no es peor quedarse tirado en el tapón, sudando la gota gorda y escuchando mil bocinazos mientras la emisora repite el jingle de la Ruta de la Esperanza, a las 5:00pm: “Ya no me estreso en el tapón, todas mis tardes bendecidas son, pues Jesús guía mi corazón a la esperanza, la Ruta de la Esperanza...” Mientras que lo que mas tengo, es estrés y desconozco la esperanza?

Más carros, más tapón, menos tiempo

El problema del tráfico no es nuevo ni exclusivo de la capital; es un mal que ha ido creciendo con la urbanización acelerada y el aumento en la cantidad de vehículos privados. Según datos recientes, solo en el Gran Santo Domingo hay más de un millón de vehículos registrados, pero la infraestructura vial no crece a ese ritmo.

¿Resultado? Calles saturadas, tiempos de viaje que se multiplican y estrés a niveles epidémicos.

Pero aquí seguimos prohibiendo doblar a la izquierda, graduando más amet y cambiando el tapón de horario, como si eso fuera a ser la gran solución.

El típico tapón es una mezcla de choques, vehículos mal estacionados, peatones atravesando sin cuidado, vendedores ambulantes y —no nos olvidemos— conductores que creen que la bocina es la solución a todos sus problemas.


El transporte colectivo: no es un lujo, es una necesidad

Lo que nos lleva a mirar con otros ojos una opción que, aunque suene trillada, es más necesaria que nunca: el transporte colectivo. Ya no se trata de una alternativa simpática o de “lo que usan los que no tienen carro”; es una urgencia nacional. Y no lo decimos por capricho: las ciudades que decidieron priorizar el movimiento de personas por encima de los vehículos privados lograron transformar su caos en fluidez. 

Como explica el ingeniero civil Joel Gneco Gross, Director de Tránsito y Vialidad del INTRANT:

“Cuando priorizamos mover personas y no autos, los embotellamientos se disipan casi como por arte de magia. No es un truco: es la ciencia de la movilidad comprobada en cientos de ciudades que apostaron por el transporte colectivo.”

Y añade, de manera muy acertada:

“La batalla contra la congestión no se gana agregando más pavimento, sino cambiando el modo en que nos movemos.”

El Metro, el Teleférico y los corredores: grandes avances, grandes retos

En República Dominicana tenemos proyectos de transporte colectivo que han empezado a cambiar el panorama: el Metro de Santo Domingo, el Teleférico y los corredores exclusivos para autobuses.

Pero, a pesar de su importancia, todavía falta mucho por hacer. Muchos dominicanos siguen dependiendo del carro privado por multiples razones.

¿Qué hace falta para un cambio real?

Cambiar el chip y apostar por el transporte colectivo implica:

  1. Inversión continua y mejora de la infraestructura. Un sistema moderno requiere mantenimiento, expansión y tecnología para mejorar la experiencia del usuario.

  2. Red integrada. El transporte debe ser una red conectada donde puedas combinar el Metro, buses y otros medios sin líos ni largas esperas.

  3. Educación ciudadana. Fomentar respeto en las paradas, evitar el sobrecupo, promover el pago justo y el uso adecuado del servicio.

  4. Seguridad y comodidad. Paradas techadas, iluminación, vigilancia, y vehículos limpios y accesibles.

  5. Accesibilidad para todos. Que el transporte llegue a barrios alejados y que sea accesible para personas con discapacidad.

¿Qué ganamos con esto?

Si logramos consolidar un transporte colectivo eficiente, lo que ganamos es mucho más que menos tráfico:

  • Menos contaminación: Respiramos mejor, cuidamos el planeta.

  • Más tiempo para vivir: Menos horas atrapados, más tiempo para la familia, el estudio, el ocio.

  • Ahorro económico: Menos gastos en gasolina, parqueos, mantenimiento.

  • Equidad social: Más personas tienen acceso a oportunidades sin importar dónde vivan.

Resistencias y mitos que debemos vencer

Sé que la gente está apegada a su carro, como si fuera una extensión del cuerpo. El vehículo se vuelve símbolo de independencia, estatus y hasta de identidad personal. Muchos temen perder ese control y comodidad que sienten al manejar, aunque sea en medio del caos del tráfico. Es natural, pero también es un gran obstáculo para la transformación.

Además, existe la creencia generalizada de que el transporte público es incómodo, inseguro y poco confiable. Sí, muchas veces ha sido así, pero eso no significa que sea una realidad inmutable. Este es un problema que podemos y debemos resolver con inversiones en calidad, seguridad y servicio. No podemos usar las fallas actuales como excusa para mantener el statu quo que beneficia a muy pocos y perjudica a todos.

Otro mito común es que el transporte colectivo solo sirve para quienes no tienen otra opción. Nada más alejado de la realidad. En ciudades exitosas del mundo, el transporte público es la elección inteligente de todos, desde estudiantes hasta ejecutivos, porque es eficiente, rápido y cómodo. Cambiar esta percepción requiere tiempo, campañas educativas y, sobre todo, una oferta real que cumpla con las expectativas de los usuarios.

Por último, algunos piensan que la solución está en construir más calles o puentes, pero como bien apunta el ingeniero Joel Gneco Gross, eso solo genera más carros y más tapones, no menos. Por eso, el cambio debe ser estructural: no se trata de mover más autos, sino de mover mejor a las personas.

El tapón no va a desaparecer solo

No esperemos milagros ni soluciones rápidas. La batalla contra el tapón es diaria y requiere compromiso constante de todos: autoridades que diseñen políticas claras y financien los sistemas, conductores que respeten las normas y peatones que también cumplan su parte.

Si queremos un Santo Domingo y un país donde movernos no sea una tortura diaria, el transporte colectivo debe dejar de ser la “opción de emergencia” y convertirse en la opción preferida. Eso implica cambiar hábitos, aceptar que el bienestar común está por encima del ego individual, y apostar por soluciones que ya funcionan en muchas partes del mundo.

Porque mientras sigamos atados a viejas costumbres, el tapón seguirá ganando el partido.

Quizás un día, sin sarcasmos ni resignación, podremos decir en plena hora pico:
“Llegué a tiempo.”


miércoles, 25 de junio de 2025

EL VERDADERO PLAN DE MOVILIDAD SE LLAMA C.O.N.E.C.T.A.T.E

 Mientras seguimos atrapados en el tráfico y en las mismas soluciones de siempre, el teletrabajo —ya contemplado en la ley— espera su turno como una salida real al caos diario.

Por: Massiel Reyes-Lecont

Ya lo hemos dicho todo: que los semáforos parecen luces navideñas sin temporada, que los agentes de tránsito dirigen con más ímpetu que aparente lógica, y que si uno no sale con paciencia, mejor que no salga. El tráfico capitalino está tan trancado que da la impresión de que las calles no fueron hechas para movernos, sino para probarnos la fe.

Pero en medio de esta tragedia con ribetes de comedia, hay un personaje olvidado que bien podría cambiar el guion: el teletrabajo. Sí, ese mismo que algunos ven como una excusa para trabajar en pijama, pero que —bien aplicado— podría ayudarnos a sacar el país del tapón… o al menos a sacar a unos cuantos de él.

Teletrabajo: conectando eficiencia y movilidad

Aunque ya se ha hablado bastante del tema, hoy el teletrabajo deja de ser solo una buena idea y entra en el terreno de la legalidad: en la propuesta de modernización del Código de Trabajo dominicano, se establece formalmente esta modalidad como una opción válida, moderna y flexible.

El artículo 276.1 del proyecto lo define como una forma de cumplir con el contrato laboral fuera del establecimiento de la empresa, mediante tecnologías de la información y la comunicación. En otras palabras, trabajar desde donde se pueda —y se rinda—, sin tener que lanzarse a la calle a las 6:00 a.m. con café en mano y paciencia en reserva.

Pero ojo, no es tan simple como "me conecto y ya". El mismo proyecto legal aclara que las condiciones del teletrabajo deben ser pactadas entre empleador y empleado, incluyendo si será de manera parcial o total. Y si es parcial, se debe acordar cómo se alternarán los días presenciales y remotos. Esto no solo protege derechos, sino que ayuda a planificar mejor la movilidad, la productividad y, claro está, la vida.

¿Y los empleadores?

Algunos aún creen que productividad es igual a ver al empleado clavado frente a un escritorio, aunque esté con una hoja de Excel abierta y el alma en modo avión. Pero si algo nos enseñó la pandemia —además de cómo usar Zoom sin hablar con el micrófono apagado—, es que mucha gente rinde más sin tapones, sin estrés y sin tener que planchar camisa todos los días.

Teletrabajar no es sinónimo de vacaciones ni de holgazanería digital; es, en muchos casos, una vía directa a la eficiencia. Y no lo digo yo, lo dicen los informes de empresas que han ahorrado millones solo en operaciones, alquileres y consumo energético. Lo que antes se invertía en luz, papel de baño, aire acondicionado y café de oficina, hoy se reinvierte en tecnología y bienestar laboral.

Por supuesto, el modelo requiere confianza y resultados claros. Pero si lo que importa es que el trabajo se haga —y se haga bien—, ¿de verdad importa desde dónde se escribe el informe? ¿Desde un cubículo o desde una mesa junto a la ventana, sin bocinas de fondo?

Mientras tanto, aquí…

…seguimos creyendo que poner más AMET en las esquinas, cambiar el tapón de horario y/o eliminar doblar a la izquierda en las principales avenidas del DN y el Gran Santo Domingo, resolverá el caos. Pero la realidad es que, sin medidas estructurales, solo estamos apagando fuegos con abanicos. Y si no nos atrevemos a probar alternativas como el teletrabajo, estamos condenados a seguir viendo el mismo tapón desde diferentes ángulos.

Y ojo, no está mal intentar, lo que pasa es que mientras tanto, el tapón no se inmuta. Ahí está, firme, cumpliendo su jornada completa.

¿Y si damos el paso?

Adoptar el teletrabajo, ya sea de forma parcial o total, no solo es una moda pasajera ni un capricho digital: sería una oportunidad real para aliviar el tráfico que nos tiene atrapados a todos, mejorar la calidad de vida laboral y optimizar recursos, tanto para empleados como para empleadores. Imagina menos horas perdidas en embotellamientos, más tiempo para la familia, menos estrés y una mejor salud mental, sin mencionar el ahorro económico en transporte y espacios físicos.

Claro, no es magia ni milagro: para que funcione, hace falta confianza mutua entre empleador y trabajador; infraestructura tecnológica que garantice conexión estable y segura; y formación adecuada para que todos sepan manejar las herramientas digitales y mantener la productividad. Pero, por encima de todo, lo que más se necesita es voluntad política, empresarial y social para cambiar hábitos y apostar por modelos flexibles que beneficien a la sociedad en su conjunto.

Conclusión: tapados de carros, pero con ideas

Este país está trancado, sí, pero las ideas están ahí, tocando bocina. Si ya lo tenemos reconocido en el proyecto de ley, ¿qué nos detiene?

A veces, para poner a un país en marcha, solo hace falta dejar de mover a todos al mismo tiempo. O mejor aún: permitir que trabajen desde donde realmente puedan ser productivos… sin tener que pelearse con un chofer de carro público ni esquivar a un motorista en vía contraria para lograrlo.

Si damos ese paso, no solo podríamos descongestionar las calles, sino también acercarnos a un país más moderno, más humano y más sostenible. Un país donde moverse no sea una odisea diaria y trabajar no dependa de cuántas bocinas escuchaste en el camino. La pregunta es simple: ¿estamos listos para darle "delete" al tapón y "enter" al cambio?


ROJO, VERDE... y que decida el AMET

OPINIÓN

Luces hay, pero aquí se cruza cuando el agente lo permite.

Por Massiel Reyes Leconte

En cada esquina importante de la ciudad, hay una escena que se repite con puntualidad criolla: tres luces colgando —rojo, ámbar y verde— marcando el ritmo del tráfico, mientras justo debajo, dos o tres agentes de la Digesett dirigen el tránsito como si las luces no existieran.

Y entonces uno se pregunta: ¿y los semáforos, para qué son? ¿Para adornar? ¿Para confundirnos? ¿O simplemente para recordarnos que la automatización nunca le ganó a un silbato?

En teoría, los semáforos están diseñados para regular el flujo vehicular de forma ordenada y predecible. Son un invento que lleva más de un siglo funcionando en ciudades del mundo entero. Pero aquí, parecen estar de adorno. Como si fueran parte del mobiliario urbano, una decoración navideña permanente. Porque la autoridad verdadera es el agente que, parado en el centro de la intersección, decide que el rojo no aplica, que el verde puede esperar, y que su brazo tiene más poder que cualquier tecnología moderna.

No es raro ver que cuando el semáforo da paso, el agente lo niega. O viceversa. Lo que genera no solo confusión, sino también frustración. Porque uno no sabe si seguir la lógica del semáforo o el criterio del oficial. Y lo peor es que cualquiera de las dos puede terminar en un pito, una multa o, con suerte, solo una mirada fulminante.

Resulta irónico que, muchas veces, cuando no hay agentes, el tránsito fluye con más normalidad. Como si las luces, libres de intervención humana, pudieran cumplir su propósito sin interrupciones.

No se trata de restar valor al trabajo de quienes deben velar por el orden vial. Pero tampoco podemos ignorar que la coexistencia caótica entre semáforos y oficiales crea más desorden del que resuelve. Y da la impresión de que, en lugar de confiar en la lógica del sistema, seguimos apostando por la improvisación del momento.

Quizás algún día entendamos que respetar el semáforo no es solo una cuestión de obedecer una luz, sino de confiar en que hay reglas que, si todos seguimos, pueden mejorar nuestra forma de movernos… y de vivir.

Mientras tanto, seguiremos en esta comedia diaria, donde el semáforo da paso, pero el silbato es el que manda.


lunes, 23 de junio de 2025

ANOCHE, TEMBLÓ LA TIERRA...

Por: Massiel Reyes-Lecont

La tierra nos despertó y no fue con café.

Anoche tembló la tierra. Un movimiento de magnitud 5.0 aproximadamente que, aunque breve, fue lo suficientemente fuerte como para sacudir más que estructuras físicas: removió rutinas, sacudió emociones y activó reflejos que muchos creían oxidados. Fue breve, pero suficiente para poner a medio mundo en alerta... y al otro medio, de rodillas.

Mientras algunos ni se enteraron —quizás porque el cansancio los había vencido y dormían profundamente sobre la mesa o el sofá—, otros despertaron sobresaltados con el corazón latiendo más rápido que cuando escuchas un motor acercarse en una calle solitaria. Hubo quienes pensaron que se trataba de un mareo momentáneo, hasta que vieron que las lámparas se movían solas. Y por supuesto, también estuvieron los que reaccionaron con una mezcla de susto y oración. Porque cuando la tierra tiembla, la fe se activa, aunque esté en modo silencio desde hace tiempo.

Y como buenos dominicanos, el susto no detuvo la creatividad: en menos de cinco minutos ya circulaban memes, audios dramáticos y teorías del fin del mundo. Porque si algo sabemos hacer, además de sobrevivir a los apagones y al tránsito, es reírnos... incluso cuando la tierra tiembla.

El temblor fue un recordatorio silencioso de que no tenemos el control de todo. Nos movemos por la vida como si todo estuviera garantizado, y bastan unos segundos de incertidumbre para que la realidad nos devuelva la humildad. Hay un instante, justo después del miedo, en el que el silencio pesa. Un momento en que nos hacemos preguntas incómodas pero necesarias: ¿estoy viviendo con propósito? ¿estoy en paz? ¿tengo algo pendiente que he ido posponiendo por costumbre?

Hay quienes afirman que el susto duró más que el temblor. Y tienen razón. Porque aunque la vibración fue breve, la reflexión nos ha durado horas. Una lección clara (y gratis, sin necesidad de coach motivacional)vivimos corriendo, distraídos, olvidando lo esencial. Hasta que algo —una sacudida, un susto, un silencio inesperado— nos obliga a mirar alrededor, a mirar hacia adentro. 

Anoche fue una sacudida oportuna. Un llamado, quizás breve, pero suficiente para despertarnos —de cuerpo, mente y espíritu—. De esas que no se avisan, pero que llegan justo a tiempo. 

¡Pero calma! Ya todo está bien. Solo asegúrate de saber siempre dónde están tus zapatos, tus papeles, las llaves del auto… y, por si acaso, no está de más tener bien aprendido el Padre Nuestro; nunca sabes cuándo puede ser necesario.

EL TURNO QUE NADIE QUERIA PERDER… Y POR EL QUE NADIE DEBIA MORIR

OPINIÓN 

Una tragedia en Santo Domingo Norte nos obliga a mirar más allá del incidente y preguntarnos: ¿qué tan frágil se ha vuelto nuestra estabilidad emocional?

Por: Massiel Reyes-Leconte

Una tragedia absurda, pero real

En un país donde la paciencia escasea y los turnos se sienten como una eternidad con calor y estrés incluidos, el caso reciente en Santo Domingo Norte nos dejó sin palabras: dos hombres se quitaron la vida tras una discusión por un turno. Sí, por un turno. No estamos hablando de una tragedia griega, sino de una postal cotidiana que, tristemente, terminó en desastre.

No era el turno, era el cansancio emocional

Más allá del titular impactante, lo que ocurrió es síntoma de algo mucho más profundo. Vivimos en una cultura que no sabe gestionar la espera, que convierte cualquier roce en una amenaza y que ha sustituido la salud emocional por el “aguanta, que eso se te pasa”.

No se trata solo de dos personas alteradas. Se trata de una sociedad cargada de frustraciones, silencios, presiones económicas, estrés crónico y cero espacios para desahogarse sin ser juzgado. Nadie se quita la vida por un turno. Lo hace por una acumulación de todo lo que nadie quiere escuchar.

¿Cuántos más deben desbordarse emocionalmente para que entendamos que el autocontrol no se forma únicamente con discursos morales ni se soluciona con frases hechas disfrazadas de consuelo? 

Necesitamos dejar de pensar que los problemas emocionales se resuelven solo con consejos bien intencionados. El bienestar mental es una necesidad, no un lujo. Y como país, aún no hemos entendido que educar emocionalmente es tan importante como saber sumar o escribir.

Sobrevivimos al apagón, pero no al turno

Dominicanos y dominicanas han resistido apagones históricos, ciclones, panes que ya no alimentan, y al precio de la gasolina que duele más que una ruptura amorosa. Pero nos perdemos en lo básico: tolerancia, respeto, y la capacidad de ceder un turno sin que se nos vaya la vida —literalmente— en ello.

Algunos se limitarán a decir “eso fue una locura”. Y sí, lo fue. Pero también es un reflejo de lo que estamos ignorando: la irritabilidad como norma, la violencia como reflejo, y el silencio como única terapia. El problema no es solo de ellos. Es nuestro también.

Turno para despertar… como sociedad

Esta tragedia no debe ser recordada solo por su rareza, sino por la alarma que representa. Necesitamos campañas de salud mental reales, accesibles, sin estigmas. Necesitamos más educación emocional desde las aulas, atención psicológica en comunidades, y líderes que entiendan que gobernar también es cuidar la salud emocional del pueblo.

Porque una sociedad que no escucha, que no educa en empatía, que no enseña a respirar antes de gritar, es una sociedad que se encamina al colapso.

¿Y si el próximo eres tú?

La próxima vez que te toque esperar un turno, recuerda que la vida del otro también está llena de cargas invisibles. Tal vez tu paciencia sea el único acto de humanidad que esa persona reciba en el día. Tal vez, solo tal vez, ese gesto evite otra historia absurda y trágica como esta.


¿Y AHORA POR DÓNDE DOBLO?

OPINIÓN

El tapón sigue… pero en zigzag
Por: Massiel Reyes-Lecont

En nombre de la fluidez vehicular, recientemente las autoridades han decidido implementar una medida que ha provocado más frustración que alivio entre los ciudadanos: eliminar el giro a la izquierda en varias calles importantes de nuestra ciudad. Esta disposición, supuestamente diseñada para reducir los tapones, ha generado una ola de inconformidad entre conductores, comerciantes y residentes, quienes cuestionan si la solución ofrecida no termina siendo parte del problema.

A primera vista, la lógica técnica puede parecer razonable. Eliminar giros a la izquierda, argumentan, minimiza los puntos de conflicto y acelera el flujo de los vehículos. Sin embargo, el diseño urbano no puede depender exclusivamente de teorías de tránsito descontextualizadas. Una ciudad no es un laboratorio; es un ecosistema vivo, complejo, que responde a patrones culturales, necesidades sociales y realidades estructurales. Lo que en un plano puede parecer ágil, en la práctica puede resultar caótico.

Los ciudadanos han expresado su molestia de forma clara y directa: - “Trabajo en la Sarasota, subo por la 27 de Febrero y necesito hacer una diligencia en el BHD. ¿Cómo lo haré ahora? ¿Hasta qué altura de la Churchill tendré que subir para encontrar un giro en U y regresar?” Más allá de la queja, la pregunta es legítima: ¿cuánto tiempo adicional, qué cantidad de combustible y cuántos kilómetros extra tendrá que recorrer un ciudadano solo para hacer una gestión simple?

Otro comentario, igual de revelador, apunta: - “Estas medidas las implementan ahora, en temporada muerta, porque no hay escuelas y el tráfico está más suave. Pero en agosto, cuando todo vuelva a la normalidad, ¿cómo vamos a sobrevivir?” La preocupación es válida. Si las condiciones actuales ya generan malestar, cabe preguntarse cómo reaccionará la ciudad cuando recupere su ritmo habitual.

Los nuevos recorridos obligan a rodeos innecesarios, incrementan los niveles de estrés y dificultan la vida cotidiana. Esta medida, lejos de eliminar los tapones, parece haberlos desplazado a otras intersecciones o a calles residenciales que no están preparadas para recibir ese volumen de tráfico. Y lo que se presenta como una solución técnica, se convierte para muchos en un verdadero rompecabezas urbano.

Además, la falta de información previa y señalización adecuada ha sido una constante en las quejas. Cambiar la lógica de circulación de una ciudad sin una campaña masiva de orientación, sin estudios de impacto social y sin consultar a las comunidades afectadas es, como mínimo, una imprudencia. No se puede gestionar la movilidad urbana de espaldas a quienes la viven cada día.

Mientras tanto, los agentes de la Digesett, encontrarán en este nuevo ordenamiento una fuente abundante de infractores confundidos, y se darán vida poniendo multas a quienes, por costumbre o desesperación, tomen el giro equivocado. El resultado: más estrés, menos comprensión, y una ciudadanía atrapada entre la desorientación y la sanción.

La movilidad urbana requiere más que trazos en un plano o simulaciones técnicas. Necesita sentido común, visión integral y, sobre todo, diálogo con quienes viven y sufren la ciudad todos los días. No se trata solo de mover carros más rápido, sino de mover personas con dignidad, eficiencia y respeto por su tiempo y su bolsillo. Medidas que no parten de la realidad cotidiana terminan siendo parche sobre parche en una ciudad que pide soluciones verdaderas, no atajos disfrazados de modernización.

Porque al final del día, las calles no son solo líneas en un mapa ni problemas que se resuelven borrando una flecha. Son el reflejo del caos o la cordura con la que decidimos gobernar lo público. Y si algo ha quedado claro con esta decisión, es que no basta con eliminar un giro para que todo fluya. A veces, lo que realmente se necesita es dar un giro completo… pero en la manera de pensar las soluciones.



LO QUE PASA EN ORIENTE... NO SE QUEDA EN ORIENTE

En tiempos de crisis global, los conflictos que parecen lejanos geográficamente no lo son tanto en sus consecuencias. El reciente incremento de tensiones en Medio Oriente, específicamente entre Irán y sus vecinos, ha puesto nuevamente en la mira el Estrecho de Ormuz, una franja de apenas 55 kilómetros de ancho que podría paralizar el mundo entero.

El Estrecho de Ormuz no es simplemente una ruta marítima más: por allí transita aproximadamente el 20% del petróleo mundial. Si Irán decidiera bloquear esta vía estratégica —como ya ha amenazado en el pasado—, el efecto dominó sería inminente. Los precios del petróleo se dispararían de inmediato y con ellos, una cadena de consecuencias económicas que alcanzaría incluso a naciones insulares del Caribe como República Dominicana.

¿Qué tiene que ver esto con nosotros?

República Dominicana, como muchos países en vías de desarrollo, depende en gran medida de la importación de combustibles fósiles para generar electricidad, movilizar el transporte público y privado, así como para mantener en funcionamiento industrias clave. Un alza repentina en el precio del barril de petróleo no solo significaría un golpe directo al bolsillo del ciudadano, sino que tendría implicaciones estructurales:

  • Incremento en la factura eléctrica, especialmente en un país que aún no logra una independencia energética sostenible.

  • Aumento de precios en los productos de la canasta básica, debido al encarecimiento del transporte.

  • Presión sobre el presupuesto estatal, al tener que subsidiar combustibles para mitigar el impacto en los sectores más vulnerables.

Más allá del petróleo: una lección de interdependencia

Este escenario nos recuerda una verdad clara: la economía dominicana no está aislada del resto del mundo. Las guerras en el Golfo Pérsico no se quedan en titulares internacionales. Sus efectos se filtran, silenciosamente, en nuestras facturas, nuestros alimentos y nuestra estabilidad macroeconómica.

Si algo podemos aprender de este tipo de situaciones es la importancia de seguir avanzando hacia un modelo energético más resiliente y sostenible. Fortalecer la diversificación de nuestra matriz energética, impulsar con mayor decisión el uso de fuentes renovables, y preparar estrategias que nos permitan responder con mayor agilidad a las fluctuaciones del mercado internacional, pueden marcar la diferencia en momentos de tensión global.

Un llamado a la previsión

El tema del posible cierre del Estrecho de Ormuz ha llamado la atención en el ámbito político nacional. El senador por el Distrito Nacional, Omar Fernández, ha expresado su preocupación por los efectos que esta situación podría tener en la economía dominicana, subrayando la necesidad de fortalecer la resiliencia energética del país para enfrentar eventuales crisis globales.

Desde una mirada de futuro, es fundamental continuar fomentando el diálogo entre sectores, la planificación responsable y el diseño de políticas públicas que consideren escenarios como este. La cooperación intersectorial, la inversión en innovación energética y la educación ciudadana sobre consumo responsable son herramientas clave que pueden ayudar a enfrentar mejor cualquier crisis global.

Aunque el Estrecho de Ormuz esté a miles de kilómetros de nuestras costas, su posible cierre tendría impactos palpables en nuestra economía. Por eso, observar atentamente el contexto mundial no es un acto de alarmismo, sino de sabiduría. Prepararnos desde ya es un acto de responsabilidad compartida que debemos asumir para proteger el bienestar nacional.


jueves, 19 de junio de 2025

HORARIOS ESCALONADOS: Una solución con flecos sueltos

La Circular 008962, emitida por el Ministerio de Administración Pública (MAP), ha traído consigo una reestructuración significativa en el horario laboral del sector público en el Gran Santo Domingo. A partir del 1 de julio, el personal deberá dividirse entre dos bloques: de 7:00 a.m. a 3:00 p.m. y de 7:30 a.m. a 3:30 p.m. Esta decisión, respaldada por estudios técnicos del INTRANT, busca descongestionar el tránsito en horas pico y mejorar la movilidad urbana.

La medida es, sin duda, necesaria y oportuna. Pero como suele suceder con muchas decisiones de política pública, lo que se resuelve en un frente puede generar tensiones en otro.

Uno de los “flecos sueltos” de esta    solución es el impacto directo en las familias trabajadoras con hijos pequeños. Para quienes deben llegar a sus puestos a las 7:00 a.m., la rutina comenzará incluso antes de las 6:00 a.m. Pero los centros educativos no abren tan temprano. Los transportes escolares, cuando existen, recogen a los niños más tarde. Y muchos colegios privados no disponen de este servicio, especialmente en sectores vulnerables o con poca cobertura de ruta.

¿La consecuencia? Los padres y madres tendrán que contratar un servicio privado o pagar a alguien que se quede en casa con los niños hasta que puedan ser llevados al colegio. Esto implica un incremento directo en los costos familiares, en una economía donde ya se vive con el presupuesto ajustado.

Más allá del aspecto financiero, está el emocional: dejar a los hijos bajo el cuidado de un tercero a esa hora tan temprana genera inseguridad, ansiedad y desconfianza. No todas las familias tienen abuelos disponibles, vecinos confiables o recursos adicionales. Y no todas las zonas tienen acceso a redes de apoyo efectivas.

Este artículo no busca desestimar la medida, sino invitar a que se piense desde una mirada más amplia y socialmente sensible. El tránsito es un problema, sí. Pero la conciliación entre el trabajo y la crianza también lo es, y no puede quedar fuera de la ecuación.

En el diseño de políticas públicas, es clave no solo mirar indicadores técnicos, sino también considerar cómo esas decisiones tocan la puerta del hogar. Si bien la intención es mejorar la movilidad en la ciudad, no debe hacerse a costa del equilibrio familiar.

Una ciudad mejor organizada es posible. Pero será verdaderamente sostenible si también piensa en quienes la hacen funcionar desde casa, desde temprano, y muchas veces en silencio.

miércoles, 18 de junio de 2025

ESCALONAR EN TIEMPO MUERTO: ¿Y DESPUÉS QUÉ?

El plan de escalonamiento de horarios laborales en el sector público es una medida valiosa. Pero al implementarse durante el receso escolar, se corre el riesgo de evaluar resultados sin considerar uno de los factores que más incide en la congestión vehicular: el tráfico escolar.

En la primera entrega abordamos la necesidad de integrar al sector educativo en el diseño de estrategias de movilidad urbana. Ahora, queremos enfocar la mirada en un detalle clave que no debe pasar desapercibido: el momento en que se inicia la implementación del escalonamiento de horarios.

Según lo anunciado por las autoridades, la medida entrará en vigor el próximo 1 de julio, coincidiendo con el período de vacaciones escolares. Aunque no se ha señalado expresamente que esta coincidencia haya sido intencional, si fue así, cabría preguntarse si es el momento más oportuno. Es cierto que iniciar en un contexto de menor presión operativa puede facilitar ajustes logísticos y observaciones preliminares. Sin embargo, los datos que se obtengan durante este período estarán inevitablemente influenciados por una disminución natural del tránsito, lo que podría dificultar una evaluación precisa del impacto real del escalonamiento en condiciones normales.

Un tránsito engañosamente ligero

No es un secreto para nadie que, cuando los colegios están cerrados —sea en verano, Navidad o Semana Santa—, la ciudad respira diferente. El tráfico baja, las calles fluyen mejor y los tiempos de traslado se reducen. Esto ocurre todos los años, sin necesidad de medidas adicionales. Por tanto, si se evalúa el impacto del escalonamiento en este contexto, existe el riesgo de atribuirle una mejora que en realidad no se puede comprobar aún.

Más aún, si los resultados preliminares se toman como definitivos, podríamos caer en una falsa percepción de éxito, lo que dificultaría tomar decisiones correctivas o ajustes necesarios cuando la presión real del sistema vuelva: la hora de entrada y salida de cientos de miles de estudiantes, padres, docentes y transportistas escolares.

¿Y luego qué?

Lo ideal sería que los responsables de la estrategia:

  • Reconozcan explícitamente que los primeros datos son provisionales y condicionados por la baja actividad escolar.

  • Planifiquen una segunda fase de evaluación para cuando el sistema educativo esté activo, preferiblemente en el inicio del nuevo año escolar.

  • Anticipen escenarios más complejos y preparen soluciones complementarias desde ya, como ajustes de horario escolar en zonas críticas o mejoras al transporte escolar.

El tiempo sí importa

No se trata de criticar el momento elegido, sino de advertir que medir en vacaciones no ofrece un panorama completo. La estrategia debe ser evaluada en condiciones reales, con todos los actores en movimiento. Y el sector escolar —por volumen, por frecuencia y por su coincidencia con las horas pico— es uno de los actores más influyentes del ecosistema vial urbano.

En conclusión

El escalonamiento de horarios es una decisión inteligente y necesaria. Pero como toda medida que busca transformar dinámicas complejas, debe ser analizada con rigor. Medir sin estudiantes en las calles puede dar resultados distorsionados, y eso sería injusto tanto para quienes diseñaron la medida como para quienes esperamos que funcione.

Para construir una movilidad más ordenada y humana, necesitamos datos reales, diagnósticos completos y una mirada amplia. Porque descongestionar no es una meta de corto plazo: es un compromiso con el futuro de nuestras ciudades.


¿Y LAS ESCUELAS? EL OTRO TURNO DEL TRÁFICO


Escalonamiento de horarios: una medida acertada que debe mirar tambien hacia las escuelas

La iniciativa del MAP e INTRANT busca reducir la congestión vehicular en el Gran Santo Domingo, pero para alcanzar su máximo potencial, debe integrar al sistema educativo como actor clave en la movilidad urbana.

En medio del creciente caos vehicular que afecta al Gran Santo Domingo, la Circular 008962, emitida por el Ministerio de Administración Pública (MAP) junto al Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT), propone una solución audaz: el escalonamiento de los horarios laborales del sector público.

Esta medida, pensada como respuesta a la congestión crónica en horas pico, representa un paso firme hacia la transformación de la gestión urbana, con el potencial de beneficiar tanto la productividad institucional como la calidad de vida de los ciudadanos.

Una medida bien pensada y valiente

Desde una mirada técnica y ciudadana, aplaudimos la intención de esta medida. Su formulación refleja voluntad institucional para actuar con visión estratégica, entendiendo que los problemas de tránsito no se resuelven solo con operativos, sino con cambios estructurales y sostenidos.

La coincidencia masiva de horarios de entrada y salida laboral es un factor crítico que incide directamente en los niveles de tráfico, en la salud mental de quienes transitan largas horas y en la eficiencia de las instituciones públicas. Por eso, se trata de una decisión valiosa, que merece el apoyo y la participación activa de todos los sectores.

Pero... ¿qué pasa con las escuelas?

Uno de los elementos cruciales que no se aborda explícitamente en la circular es el impacto del sector escolar en la dinámica del tránsito urbano. La congestión vehicular en Santo Domingo no solo responde a los horarios laborales, sino también, y de manera muy significativa, al horario de entrada y salida de los centros educativos. Miles de padres, madres, tutores, autobuses escolares y estudiantes confluyen cada mañana y tarde en las calles de la ciudad, generando una carga vehicular que se suma al tránsito habitual del personal público y privado.

Además, incluso el personal público asignado al turno vespertino se vería forzado a salir en la mañana para llevar a sus hijos a la escuela. Esto neutraliza parcialmente los beneficios del escalonamiento y complejiza la movilidad en horas matutinas.

A esto se suma otro factor: la implementación de la medida coincide con el receso escolar. En verano, Navidad o Semana Santa, el tráfico baja de forma natural. Por lo tanto, durante el período de prueba inicial no será posible medir con precisión el impacto real del escalonamiento, hasta que el sistema escolar vuelva a estar plenamente activo.

En ese sentido, cualquier esfuerzo serio por descongestionar el Gran Santo Domingo debe considerar también una coordinación directa con el Ministerio de Educación (MINERD) y los centros educativos públicos y privados. No se trata de modificar radicalmente los horarios escolares, pero sí de estudiar alternativas viables.

Preguntas claves para una implementación efectiva

Si el objetivo es lograr una descongestión vehicular real y sostenible, es fundamental plantearse algunas interrogantes esenciales que permitan anticipar impactos colaterales y afinar la estrategia:

  • ¿Cómo se armoniza el nuevo esquema laboral con la dinámica diaria de los hogares con niños en edad escolar?
    El desfase entre horarios laborales y escolares podría generar tensiones adicionales en las rutinas familiares si no se planifica con un enfoque integral.

  • ¿Qué mecanismos tendrán las familias para conciliar esta posible desincronización de horarios?
    La falta de coordinación entre la jornada de trabajo y el horario escolar podría traducirse en mayores cargas logísticas, especialmente para madres trabajadoras, padres solteros y tutores sin apoyo.

  • ¿Se han identificado y considerado las zonas escolares con mayor densidad vehicular?
    Estas áreas representan focos críticos donde cualquier intento de descongestión podría verse anulado si no se integran al análisis técnico del plan.

  • ¿Existe actualmente una mesa de trabajo o canal formal de coordinación entre el MAP, el INTRANT y el Ministerio de Educación (MINERD)?
    La articulación entre estas instituciones resulta clave para diseñar soluciones coherentes y sostenibles que tomen en cuenta todas las dimensiones del problema.

¿Qué se puede hacer?

Desde un enfoque técnico, estas son algunas recomendaciones que podrían fortalecer la medida:

  1. Análisis geoespacial conjunto
    Identificar zonas con alta concentración de centros educativos y diseñar ajustes piloto de horarios escolares.

  2. Coordinación interinstitucional
    Crear mesas técnicas conjuntas entre MAP, INTRANT y MINERD para diseñar planes viables y sostenibles.

  3. Mejora del transporte escolar
    Optimizar rutas, promover transporte compartido o regular flotillas para reducir viajes privados innecesarios.

  4. Comunicación con las familias
    Informar con anticipación, recoger preocupaciones y facilitar la conciliación entre trabajo y vida familiar.

El escalonamiento de horarios laborales es, sin duda, una medida técnicamente sólida y estratégica. Su implementación representa un avance importante en la forma en que gestionamos nuestras ciudades. Exaltamos esta iniciativa por su valor estructural y su potencial para transformar positivamente la movilidad urbana.

No obstante, su efectividad dependerá de si logra o no integrarse a una visión sistémica, donde se articulen los distintos sectores que generan movimiento masivo, especialmente el educativo. Porque descongestionar el tránsito no es solo cuestión de mover la hora de entrada al trabajo. Es pensar en cómo nos movemos todos, todos los días.


lunes, 16 de junio de 2025

EL SICOTE ERA MIO

(Una historia sobre prejuicios y espejos invisibles)

Ayer viví una lección inesperada.
Llegué a mi entrenamiento acostumbrado y, al poco rato, percibí un olor fuerte, penetrante, incómodo. Mi primer pensamiento fue automático, casi instintivo: “Que sicote tiene este pana.”

Lo miré de reojo, sin querer hacerlo evidente. Moví mi cuerpo un poco hacia el lado opuesto. Y hasta me pregunté cómo era posible que no se diera cuenta del olor.

Más adelante, en uno de los ejercicios, me tocó agacharme. Y ahí, con el pie justo cerca de mi rostro, lo descubrí sin posibilidad de duda: el sicote era mío.

Sí… fui yo.

Era el resultado de una jornada agitada, el calor, los zapatos cerrados, y quizá ese olvido de los pequeños detalles que, a veces, terminan dejando una gran enseñanza.

En ese instante, me reí. Pero también me confronté. Porque me di cuenta de algo: qué fácil es juzgar al otro, sin revisar primero nuestras propias causas.

Y ahí, como un susurro al alma, sentí que Dios me decía:

“¿Cuántas veces has hecho lo mismo en otras áreas de tu vida? ¿Cuántas veces has señalado a alguien sin saber, sin entender, sin revisar qué parte del malestar o del problema… era tuyo?”

¡Qué fácil es apuntar con el dedo! ¡Qué tentador es asumir lo peor del otro! ¡Qué cómodo es juzgar desde la distancia! ¡Qué rápido saltamos a conclusiones sobre los demás, basándonos solo en apariencias, intuiciones o suposiciones! Pero qué necesario es detenerse, mirarse y olerse con humildad. Porque muchas veces, eso que creemos que proviene de alguien más… está más cerca de lo que imaginamos.

Ayer, una situación tan sencilla —y tan humana— me dio una gran lección: antes de juzgar al de al lado, revisa si el olor no viene de ti. Y no hablo solo de olores físicos… Hablo de actitudes, de prejuicios, de heridas sin sanar, de amarguras que proyectamos, de críticas que revelan más de nosotros que del otro.

Me reí de mi misma, pero aprendí que el juicio apresurado nos traiciona. Que todos tenemos “olores” que preferimos no enfrentar. Y que si tan solo fuéramos más sinceros con nosotros mismos, viviríamos menos cargados… y más llenos de compasión.

💬 Sí, el sicote era mío. Y también la oportunidad de aprender. Porque al final, no se trata solo de pies, calor o zapatos… Se trata de mirar hacia adentro antes de mirar hacia afuera.

Así que gracias, sicote… por enseñarme que los prejuicios huelen peor que cualquier par de tenis mojado y rehusado, sin secar adecuadamente. (Si, ya los dejé secando mejor para esta noche).

“¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?” — Mateo 7:3


ENEMIGOS GRATIS: ¡SOLO BRILLA!

En esta tierra donde hasta el dominó se juega con pasión y la vida se comenta en la fila del colmado, hay un fenómeno curioso: los enemigos ...