La Circular 008962, emitida por el Ministerio de Administración Pública (MAP), ha traído consigo una reestructuración significativa en el horario laboral del sector público en el Gran Santo Domingo. A partir del 1 de julio, el personal deberá dividirse entre dos bloques: de 7:00 a.m. a 3:00 p.m. y de 7:30 a.m. a 3:30 p.m. Esta decisión, respaldada por estudios técnicos del INTRANT, busca descongestionar el tránsito en horas pico y mejorar la movilidad urbana.
La medida es, sin duda, necesaria y oportuna. Pero como suele suceder con muchas decisiones de política pública, lo que se resuelve en un frente puede generar tensiones en otro.
Uno de los “flecos sueltos” de esta solución es el impacto directo en las familias trabajadoras con hijos pequeños. Para quienes deben llegar a sus puestos a las 7:00 a.m., la rutina comenzará incluso antes de las 6:00 a.m. Pero los centros educativos no abren tan temprano. Los transportes escolares, cuando existen, recogen a los niños más tarde. Y muchos colegios privados no disponen de este servicio, especialmente en sectores vulnerables o con poca cobertura de ruta.
¿La consecuencia? Los padres y madres tendrán que contratar un servicio privado o pagar a alguien que se quede en casa con los niños hasta que puedan ser llevados al colegio. Esto implica un incremento directo en los costos familiares, en una economía donde ya se vive con el presupuesto ajustado.
Más allá del aspecto financiero, está el emocional: dejar a los hijos bajo el cuidado de un tercero a esa hora tan temprana genera inseguridad, ansiedad y desconfianza. No todas las familias tienen abuelos disponibles, vecinos confiables o recursos adicionales. Y no todas las zonas tienen acceso a redes de apoyo efectivas.
Este artículo no busca desestimar la medida, sino invitar a que se piense desde una mirada más amplia y socialmente sensible. El tránsito es un problema, sí. Pero la conciliación entre el trabajo y la crianza también lo es, y no puede quedar fuera de la ecuación.
En el diseño de políticas públicas, es clave no solo mirar indicadores técnicos, sino también considerar cómo esas decisiones tocan la puerta del hogar. Si bien la intención es mejorar la movilidad en la ciudad, no debe hacerse a costa del equilibrio familiar.
Una ciudad mejor organizada es posible. Pero será verdaderamente sostenible si también piensa en quienes la hacen funcionar desde casa, desde temprano, y muchas veces en silencio.
Cuánta realidad en un solo artículo. Sin desperdicios.
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