miércoles, 18 de junio de 2025

ESCALONAR EN TIEMPO MUERTO: ¿Y DESPUÉS QUÉ?

El plan de escalonamiento de horarios laborales en el sector público es una medida valiosa. Pero al implementarse durante el receso escolar, se corre el riesgo de evaluar resultados sin considerar uno de los factores que más incide en la congestión vehicular: el tráfico escolar.

En la primera entrega abordamos la necesidad de integrar al sector educativo en el diseño de estrategias de movilidad urbana. Ahora, queremos enfocar la mirada en un detalle clave que no debe pasar desapercibido: el momento en que se inicia la implementación del escalonamiento de horarios.

Según lo anunciado por las autoridades, la medida entrará en vigor el próximo 1 de julio, coincidiendo con el período de vacaciones escolares. Aunque no se ha señalado expresamente que esta coincidencia haya sido intencional, si fue así, cabría preguntarse si es el momento más oportuno. Es cierto que iniciar en un contexto de menor presión operativa puede facilitar ajustes logísticos y observaciones preliminares. Sin embargo, los datos que se obtengan durante este período estarán inevitablemente influenciados por una disminución natural del tránsito, lo que podría dificultar una evaluación precisa del impacto real del escalonamiento en condiciones normales.

Un tránsito engañosamente ligero

No es un secreto para nadie que, cuando los colegios están cerrados —sea en verano, Navidad o Semana Santa—, la ciudad respira diferente. El tráfico baja, las calles fluyen mejor y los tiempos de traslado se reducen. Esto ocurre todos los años, sin necesidad de medidas adicionales. Por tanto, si se evalúa el impacto del escalonamiento en este contexto, existe el riesgo de atribuirle una mejora que en realidad no se puede comprobar aún.

Más aún, si los resultados preliminares se toman como definitivos, podríamos caer en una falsa percepción de éxito, lo que dificultaría tomar decisiones correctivas o ajustes necesarios cuando la presión real del sistema vuelva: la hora de entrada y salida de cientos de miles de estudiantes, padres, docentes y transportistas escolares.

¿Y luego qué?

Lo ideal sería que los responsables de la estrategia:

  • Reconozcan explícitamente que los primeros datos son provisionales y condicionados por la baja actividad escolar.

  • Planifiquen una segunda fase de evaluación para cuando el sistema educativo esté activo, preferiblemente en el inicio del nuevo año escolar.

  • Anticipen escenarios más complejos y preparen soluciones complementarias desde ya, como ajustes de horario escolar en zonas críticas o mejoras al transporte escolar.

El tiempo sí importa

No se trata de criticar el momento elegido, sino de advertir que medir en vacaciones no ofrece un panorama completo. La estrategia debe ser evaluada en condiciones reales, con todos los actores en movimiento. Y el sector escolar —por volumen, por frecuencia y por su coincidencia con las horas pico— es uno de los actores más influyentes del ecosistema vial urbano.

En conclusión

El escalonamiento de horarios es una decisión inteligente y necesaria. Pero como toda medida que busca transformar dinámicas complejas, debe ser analizada con rigor. Medir sin estudiantes en las calles puede dar resultados distorsionados, y eso sería injusto tanto para quienes diseñaron la medida como para quienes esperamos que funcione.

Para construir una movilidad más ordenada y humana, necesitamos datos reales, diagnósticos completos y una mirada amplia. Porque descongestionar no es una meta de corto plazo: es un compromiso con el futuro de nuestras ciudades.


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