viernes, 27 de junio de 2025

TAPÓN: 1 - TRANSPORTE COLECTIVO: 0 : ¿CUÁNDO CAMBIAREMOS EL MARCADOR?

La batalla diaria en nuestras calles solo se gana cambiando la forma en que nos movemos.

Por Massiel Reyes-Lecont

Dicen que en República Dominicana hay dos cosas seguras: que el arroz no puede faltar en la mesa, y que el chocolate con pan es el remedio perfecto pa’ cuando está lloviendo. Y, por supuesto, que en hora pico un tapón te va a encontrar aunque tú no lo andes buscando. No importa si vas por la Lincoln, la 27, la Colombia, la Luperón o un callejón de Villa Mella: el tapón es omnipresente, democrático y terco. Y sí, aunque uno intente esquivarlo, él siempre llega primero.

Uno puede pasarse horas en un embotellamiento mirando cómo el reloj corre y el combustible se consume, mientras la paciencia y la fe se agotan. Y es precisamente en mi afán de buscar alternativas que sí sean viables —nada de cuentos chinos ni promesas eternas— que me pregunto: ¿y si de verdad le damos una oportunidad seria al transporte colectivo?

Sé que muchos piensan: “¿Y dejar el carro? ¿Con este sol, este calor, y la gente apretujada como sardina?” Pero, honestamente, ¿no es peor quedarse tirado en el tapón, sudando la gota gorda y escuchando mil bocinazos mientras la emisora repite el jingle de la Ruta de la Esperanza, a las 5:00pm: “Ya no me estreso en el tapón, todas mis tardes bendecidas son, pues Jesús guía mi corazón a la esperanza, la Ruta de la Esperanza...” Mientras que lo que mas tengo, es estrés y desconozco la esperanza?

Más carros, más tapón, menos tiempo

El problema del tráfico no es nuevo ni exclusivo de la capital; es un mal que ha ido creciendo con la urbanización acelerada y el aumento en la cantidad de vehículos privados. Según datos recientes, solo en el Gran Santo Domingo hay más de un millón de vehículos registrados, pero la infraestructura vial no crece a ese ritmo.

¿Resultado? Calles saturadas, tiempos de viaje que se multiplican y estrés a niveles epidémicos.

Pero aquí seguimos prohibiendo doblar a la izquierda, graduando más amet y cambiando el tapón de horario, como si eso fuera a ser la gran solución.

El típico tapón es una mezcla de choques, vehículos mal estacionados, peatones atravesando sin cuidado, vendedores ambulantes y —no nos olvidemos— conductores que creen que la bocina es la solución a todos sus problemas.


El transporte colectivo: no es un lujo, es una necesidad

Lo que nos lleva a mirar con otros ojos una opción que, aunque suene trillada, es más necesaria que nunca: el transporte colectivo. Ya no se trata de una alternativa simpática o de “lo que usan los que no tienen carro”; es una urgencia nacional. Y no lo decimos por capricho: las ciudades que decidieron priorizar el movimiento de personas por encima de los vehículos privados lograron transformar su caos en fluidez. 

Como explica el ingeniero civil Joel Gneco Gross, Director de Tránsito y Vialidad del INTRANT:

“Cuando priorizamos mover personas y no autos, los embotellamientos se disipan casi como por arte de magia. No es un truco: es la ciencia de la movilidad comprobada en cientos de ciudades que apostaron por el transporte colectivo.”

Y añade, de manera muy acertada:

“La batalla contra la congestión no se gana agregando más pavimento, sino cambiando el modo en que nos movemos.”

El Metro, el Teleférico y los corredores: grandes avances, grandes retos

En República Dominicana tenemos proyectos de transporte colectivo que han empezado a cambiar el panorama: el Metro de Santo Domingo, el Teleférico y los corredores exclusivos para autobuses.

Pero, a pesar de su importancia, todavía falta mucho por hacer. Muchos dominicanos siguen dependiendo del carro privado por multiples razones.

¿Qué hace falta para un cambio real?

Cambiar el chip y apostar por el transporte colectivo implica:

  1. Inversión continua y mejora de la infraestructura. Un sistema moderno requiere mantenimiento, expansión y tecnología para mejorar la experiencia del usuario.

  2. Red integrada. El transporte debe ser una red conectada donde puedas combinar el Metro, buses y otros medios sin líos ni largas esperas.

  3. Educación ciudadana. Fomentar respeto en las paradas, evitar el sobrecupo, promover el pago justo y el uso adecuado del servicio.

  4. Seguridad y comodidad. Paradas techadas, iluminación, vigilancia, y vehículos limpios y accesibles.

  5. Accesibilidad para todos. Que el transporte llegue a barrios alejados y que sea accesible para personas con discapacidad.

¿Qué ganamos con esto?

Si logramos consolidar un transporte colectivo eficiente, lo que ganamos es mucho más que menos tráfico:

  • Menos contaminación: Respiramos mejor, cuidamos el planeta.

  • Más tiempo para vivir: Menos horas atrapados, más tiempo para la familia, el estudio, el ocio.

  • Ahorro económico: Menos gastos en gasolina, parqueos, mantenimiento.

  • Equidad social: Más personas tienen acceso a oportunidades sin importar dónde vivan.

Resistencias y mitos que debemos vencer

Sé que la gente está apegada a su carro, como si fuera una extensión del cuerpo. El vehículo se vuelve símbolo de independencia, estatus y hasta de identidad personal. Muchos temen perder ese control y comodidad que sienten al manejar, aunque sea en medio del caos del tráfico. Es natural, pero también es un gran obstáculo para la transformación.

Además, existe la creencia generalizada de que el transporte público es incómodo, inseguro y poco confiable. Sí, muchas veces ha sido así, pero eso no significa que sea una realidad inmutable. Este es un problema que podemos y debemos resolver con inversiones en calidad, seguridad y servicio. No podemos usar las fallas actuales como excusa para mantener el statu quo que beneficia a muy pocos y perjudica a todos.

Otro mito común es que el transporte colectivo solo sirve para quienes no tienen otra opción. Nada más alejado de la realidad. En ciudades exitosas del mundo, el transporte público es la elección inteligente de todos, desde estudiantes hasta ejecutivos, porque es eficiente, rápido y cómodo. Cambiar esta percepción requiere tiempo, campañas educativas y, sobre todo, una oferta real que cumpla con las expectativas de los usuarios.

Por último, algunos piensan que la solución está en construir más calles o puentes, pero como bien apunta el ingeniero Joel Gneco Gross, eso solo genera más carros y más tapones, no menos. Por eso, el cambio debe ser estructural: no se trata de mover más autos, sino de mover mejor a las personas.

El tapón no va a desaparecer solo

No esperemos milagros ni soluciones rápidas. La batalla contra el tapón es diaria y requiere compromiso constante de todos: autoridades que diseñen políticas claras y financien los sistemas, conductores que respeten las normas y peatones que también cumplan su parte.

Si queremos un Santo Domingo y un país donde movernos no sea una tortura diaria, el transporte colectivo debe dejar de ser la “opción de emergencia” y convertirse en la opción preferida. Eso implica cambiar hábitos, aceptar que el bienestar común está por encima del ego individual, y apostar por soluciones que ya funcionan en muchas partes del mundo.

Porque mientras sigamos atados a viejas costumbres, el tapón seguirá ganando el partido.

Quizás un día, sin sarcasmos ni resignación, podremos decir en plena hora pico:
“Llegué a tiempo.”


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