jueves, 4 de septiembre de 2025

ENTRE TÓXICOS Y VITAMINAS ¿con quién te estás juntando?

Por: Massiel Reyes-Lecont

En la vida, querido lector, hay dos especies muy particulares: las personas tóxicas y las personas vitaminas. Sí, así mismo como lo oye. Unos te suben la presión y otros te suben la vida.

Los tóxicos son como ese zumbador de mosquitos en el oído cuando estás durmiendo: no te dejan en paz. Son los que siempre tienen un “pero” para todo, los que cuando tú dices “me compré un carrito”, te sueltan: “¿y con qué dinero? Seguro está encharcao hasta que Duarte sea presidente”. ¡Dios mío, suelten banda! Todo lo ven negro y hasta la alegría más grande se les hace un drama. Los tóxicos son como esa nube que se atraviesa justo cuando ibas a tomar la mejor foto del atardecer: llegan, se plantan y arruinan la vista. 

En cambio, las personas vitaminas son otra cosa: esos son los que te empujan pa’ lante, los que te aplauden hasta cuando fríes un huevo sin romper la yema. Te dicen: “¡Dale, tú puedes!” y hasta te hacen sentir que ganaste una medalla olímpica porque lograste levantarte temprano un lunes.

En el trabajo, los tóxicos son como ese cafecito que uno pide y llega frío: nada te alegra el día. Esa coca cola que llega caliente cuando hace calor. Son los compañeros que critican todo, se quejan de cada proyecto y parecen competir pa’ ver quién arruina más el ambiente. Hasta una reunión corta se puede sentir como una novela de suspenso con ellos cerca. Pero ojo, aprender a lidiar con ellos con humor y poner distancia cuando hace falta es la clave pa’ que no te roben la motivación ni las ganas de seguir adelante.

La diferencia es evidente: los tóxicos te restan, los vitaminas te multiplican. Y no se trata solo de halagos; se trata de energía, de esas vibras que uno siente al terminar una conversación. ¿Acabaste con el ánimo por el suelo o con ganas de conquistar el mundo? Esa es la señal.

Y ojo, no es que a los tóxicos hay que odiarlos. No, porque también enseñan: te muestran lo que NO quieres ser y lo que no debes permitir en tu vida. Es como el ají picante: en poca dosis da sabor, pero si te descuidas, te arde hasta el alma.

Así que haga su inventario: Si al terminar una conversación usted siente que le pesa el cuerpo como si hubiera cargado blo' en Guachupita, ya usted sabe… ¡suelte eso! Pero si termina con energía, con ganas de bailar un merengue o ponerse creativo, entonces celebre, que está rodeado de pura vitamina.

Porque al final, querido lector, la vida es corta y no se hizo pa’ andar envenenado. Mejor póngase pa’ lo suyo y busque gente que, en vez de chuparle la energía, le dé pilas pa’ seguir soñando. No necesitamos sumar gente que nos baje el ánimo. Escoger con quién compartimos tiempo y poner distancia con los tóxicos es un acto de sabiduría… y de supervivencia social.

Así que recuerde: rodéese de personas vitamina y enfrente a los tóxicos con prudencia y buen humor. Una sonrisa estratégica frente a la negatividad, combinada con la compañía correcta, es la receta pa’ mantener la motivación, la alegría y la salud emocional. Porque la vida, se vive mejor riéndose… incluso cuando un tóxico anda cerca.


jueves, 28 de agosto de 2025

📰 LA PUYA: Patrimonio de la Nación y deporte de oficina

Por: Massiel Reyes-Lecont 

En este país nuestro, donde el plátano es verde hasta que se fríe y el calor no se negocia ni en invierno, hay una disciplina olímpica que todavía el Comité Internacional no ha reconocido: el lanzamiento de la puya. Y mire, aquí hay gente que la practica con tanta destreza que debería haber ligas profesionales, con medallas y todo.

Pero, ¿por qué la gente tira tanta puya? Sencillo: porque decir las cosas de frente requiere dos ingredientes escasos en algunos profesionales: valor y honestidad. Mucha gente prefiere la vía fácil: lanzar la indirecta y hacerse el loco. Así se sienten valientes sin correr el riesgo del cara a cara. Es como jugar dominó con fichas prestadas: mucha bulla, pero poca sustancia.

En la vida social ya estamos curados de espanto. Siempre aparece la tía que, con sonrisa de misa y lengua de cuchillo, te suelta: —“Ay, mi hija, qué bien te veo… ¡estás prosperando en libras!”. Traducción: “te tas poniendo como una yuca con mantequilla”.

El vecino tampoco se queda atrás. Te ve llegar en tu carro nuevo y comenta en voz alta, con malicia incluida: —“Qué bueno que algunos ya pueden darse sus lujos… aunque el banco sea el verdadero dueño”. Y uno, con la risa congelada, sabe que la puya no la brinca chivo.

Porque la puya en este país no se come aparte: viene incluida en el menú, justo al lado del arroz, la habichuela y la carne. Y cuidado, que a veces llena más que la misma comida.

Ahora, cuando la puya se muda al ámbito laboral, la cosa se pone interesante. El jefe que lanza indirectas en plena reunión: “Aquí hay empleados que confunden la hora de entrada con la hora de desayunar”. El colega que suelta la suya en tono de chiste: “Menos mal que algunos mandaron el informe… aunque se notó que lo hicieron con chatGPT”. Y el departamento entero se ríe nervioso, porque todos saben a quién le tocó el tablazo.

Lo curioso es que esos mismos “tiradores olímpicos de puya” suelen ser gente con títulos y maestrías colgando en la pared. Pero viendo su nivel de madurez, uno piensa: “¿Será que esos diplomas los rifaron en una tómbola junto con una batidora y un juego de sábanas?” Porque para algunos, el título no les sirvió ni para aprender a decir las cosas de manera adulta.

Y no hablemos de lo que pasa cuando se usa la palabra “bruto”. Esa sí que es mágica. Porque lo que más ofende a un bruto es que le digan bruto. Brinca, patalea y hasta te escribe un correo de tres párrafos defendiendo su “capacidad intelectual”. Pero ahí mismo uno confirma la teoría de mi abuela: “El que no es, no se ofende”.

Mientras tanto, la oficina sigue igual: un coliseo de gladiadores donde las espadas son indirectas, los escudos son sonrisas hipócritas y el público aplaude cada puyazo bien lanzado.

En conclusión, la puya dominicana es más que un chiste: es un espejo. Refleja el miedo a ser frontal, la costumbre de disfrazar la verdad y la falta de coraje para asumir lo que se piensa. Entre risas, carcajadas y hasta malestares, ahí seguimos: viviendo en un país donde nadie muere de una puya, pero más de uno queda marcado.

Y si mañana declaran la puya como deporte nacional, yo no tengo dudas: en la categoría laboral, ganamos medalla de oro.


lunes, 18 de agosto de 2025

LOS HIJOS DE DON DIA-BLO

Idea original de Jacinto… ¡y yo solo le puse el sazón!

Por: Massiel Reyes- Lecont

En este país uno ve de todo, pero nada se compara con la creatividad de cierta gente para intentar serrucharle el palo a otro. Y lo más curioso es que muchas veces ni siquiera es un palo que uno buscó, sino que fue pura gracia y bendición de Dios. Ahí es que da risa.

Mire el caso de José, el de la Biblia. Sus propios hermanos lo quisieron sacar del medio, lo vendieron como esclavo y pensaron que ahí terminaba todo. Y mire cómo terminó la película: siendo el segundo hombre más poderoso de Egipto. Moraleja: cuando Dios decide, no hay complot que valga.

Pero todavía, en pleno 2025, hay gente que llega a los lugares de trabajo con la misión olímpica de desmeritar al que encuentra, de ridiculizarlo, de exhibir "logros" que solo existen en su imaginación. Son tan inseguros y tan desubicados que hasta respirar al lado de ellos produce incomodidad. Y como la incoherencia no dura, al poco tiempo salen del escenario, porque lo que se edifica con falsedad no aguanta dos aguaceros seguidos.

Es una torpeza de marca mayor. Si es Dios quien posiciona a alguien (y eso uno nunca lo sabe), meterse en esa guerra es como dar trompadas al aire contra el mismo Creador. ¿Resultado? Usted cansado, frustrado y derrotado, mientras el otro sube de nivel. Y sube no por usted, sino porque el que lo colocó ahí lo puede exhibir todavía más alto.

José es un ejemplo, pero la lista es larga: David, que Saúl intentó tumbar; Salomón, que heredó un reino contra todo pronóstico; Mardoqueo, que Amán quiso colgar en la horca y terminó colgado él mismo; y ni hablar de Jesús, que fue rechazado, pero sigue siendo el nombre sobre todo nombre.

Al final, este jueguito de serruchar palos lo inventó Lucifer, que quiso desplazar al mismo Dios del cielo. De ahí que cada vez que alguien se dedica a esa práctica, solo confirma su ADN espiritual: hijo de don dia-blo.

Así que, querido lector, si usted anda en esa onda, suelte eso. Y si alguien intenta serrucharle el palo, siéntese cómodo, pida un cafecito y disfrute del espectáculo… que al final, el que tiene la última palabra es Dios.

miércoles, 13 de agosto de 2025

EL ARTE DE METERSE EN LA VIDA AJENA... PERO CON CARIÑO.

En tiempos de likes y corazoncitos virtuales, la verdadera cercanía sigue siendo tan escasa como el aguacate barato en diciembre.

Por: Massiel Reyes-Lecont

Vivimos en una era donde hay mil maneras de “estar conectados”, pero cada vez menos ganas de cruzar la calle para saludar. Interesarse genuinamente por la gente se ha vuelto un lujo, casi un acto revolucionario. Y no hablo de ese “¿Cómo tú estás?” que uno suelta por compromiso mientras ya va mirando el celular, sino de esa pregunta con pausa, con intención y con las orejas bien abiertas… como quien de verdad quiere saber si dormiste bien o si todavía te duele la rodilla.

No todo el que pregunta “¿Y la familia?” lo hace con veneno. Algunos lo hacemos con cariño de verdad, porque nos importa, no porque estemos buscando material para el grupo de WhatsApp.

El dominicano, por naturaleza, es fisgón… pero del bueno (la mayoría de las veces). Nos encanta averiguar, opinar, preguntar. El secreto está en hacerlo sin agendas ocultas: no es lo mismo un “¿Cómo estás?” genuino, que aparecer después de cien años de soledad con un “¿Cómo estás…? ¿Y el perro? ¿Y tu mamá? mujer buena esa. ¿Y Marcos? (o Marta, da igual) Ya tú sabes, un hombre o mujer que lleva tiempo fuera del radar, enterrado y hasta con el cabo de año pasado encima… Para luego saltar como todo un león o tigresa: ‘Oye, préstame cinco mil hasta el quince’”. Va'mo a calmano.

Como decía Dale Carnegie —que no era de Villa Juana, pero bien pudo ser—, (y con mis palabras) interesarse sinceramente por los demás es la clave, no solo para ganar amigos, sino para construir relaciones que no se caigan con el primer malentendido… o la primera mala racha del Licey. Porque en el fondo, todos sabemos distinguir entre quien se acerca por afecto y quien lo hace por conveniencia.

En un mundo saturado de notificaciones, a veces lo que más necesitamos no es un mensaje con un emoji de abrazo, sino un abrazo de verdad. Que la gente aparezca no solo en tu cumpleaños, sino un martes cualquiera, sin razón, solo porque sí. Que tu presencia en la vida de otros no sea como la visita del cometa Halley: bonito, pero cada 75 años. Mejor que sea como el café colado de la mañana: diario, constante y sin condiciones.

Así que, la próxima vez que pienses en alguien, no te quedes en el meme (bueno, mándalo también, que uno no es de hierro y necesita reirse un chin). Llama, pasa por su casa, siéntate a hablar sin reloj, sin celular, sin agenda y sin intención disfrazada. Porque en un país como el nuestro, donde el cafecito y la chercha son patrimonio cultural, el interés genuino no solo se nota: se agradece, se recuerda y, sobre todo, se devuelve.

Como dijo un sabio filósofo griego-alemán del Capotillo: “El cariño que no se ve, se enfría… y se daña como locrio sin nevera.”

Este tema me lo sugirió Jacinto, fan de mis escritos, en una de esas conversaciones que empiezan con un “vamos a hablar un chin” y terminan horas después: sin agenda, sin teléfono y sin prisa… solo con la certeza de que ese rato valió más que mil mensajes y salió mejor que cualquier chat de WhatsApp. A propósito, Jacinto ¿tienes cinco mil hasta la semana que viene? Tranquilo querido lector, no es que el es mi cajero personal… pero, si hay que pedir, yo sí puedo.


¿TE CAISTE? No, estoy haciendo reverencia al suelo

 Crónica ligera sobre el noble arte dominicano de preguntar lo obvio… y la paciencia de quienes lo sufrimos.

Por: Massiel Reyes-Lecont

Hay preguntas que uno no sabe si contestar o darle al que las hizo un aplauso por su valentía. El dominicano, con su corazón noble y su lengua inquieta, es especialista en preguntar lo obvio… pero con una naturalidad que da ganas de reír y llorar al mismo tiempo.

El otro día, entrando a mi trabajo, tropecé con un escalón que parece diseñado por el mismo enemigo. ¡Pum! Un aterrizaje digno de película en plena entrada del Ayuntamiento. Llega uno de los guardias y me suelta: —¿Te caiste? No, amor… estoy practicando una reverencia al suelo, porque de cerca se ve más bonito.

Y no falla: sales bajo un aguacero que parece que el cielo se rajó en dos y no haces mas que recordar los juicios divinos como en el diluvio; Empapada hasta el alma, y te topas con la doña de la esquina—¿Está lloviendo? No, doña… es que estoy en un retiro espiritual acuático, buscando paz interior entre charcos y agua sucia.

En las oficinas también tenemos nuestros campeones del obvio: estás en la hora de comida, con la boca llena de arroz, habichuelas y carne frita, y viene un compañero: —¿Tú estás comiendo? No, mi hermano… estoy ensayando para un concurso de escultura comestible.

Ni hablar de cuando te ven con un yeso desde el tobillo hasta la cadera: —¿Te duele? No, mi rey… lo tengo porque el blanco combina con todo y la moda es minimalista.

El dominicano tiene esa mezcla rara de curiosidad, amor y pura costumbre de no quedarse callado. Y, aunque a veces den ganas de responder con un manual de sarcasmo, la verdad es que estas conversaciones son parte del sazón de nuestra vida diaria.

Porque, ¿qué sería de nosotros sin esa tía que, viéndote con fiebre, te pregunta: —¿Tú estás enfermo? No, tía… es que decidí hervirme por dentro, a ver si me sale un consomé.

Así que, sí… me caí en el trabajo. Delante de medio Villa Mella. Entre risas, “¿te caiste?” y memes que ya andan por el grupo de WhatsApp de la empresa. Y aunque uno por dentro quiera responder con todo el sarcasmo del mundo, lo cierto es que en este país, un tropiezo nunca se queda solo. Aquí cualquier caída se convierte en anécdota, cualquier golpe en chiste y cualquier vergüenza en leyenda de pasillo. Porque en República Dominicana, caerse no es solo cuestión de equilibrio… es abrirle la puerta al relajo nacional. Y yo, sin querer, les di material para toda la semana. Y cuida'o.

martes, 12 de agosto de 2025

BUSCAN ROMANCE... pero dan menos agua que un cactus

Crónica de quienes exigen pasión y detalles… pero ofrecen menos agua que un desierto en verano.

Por: Massiel Reyes-Lecont 

En el árido panorama de las relaciones modernas, ha surgido un nuevo tipo de explorador sentimental: aquel que sueña con una pareja “idónea, cariñosa y romántica” mientras, paradójicamente, su propio nivel de ternura compite en sequedad con el desierto que cruzó el pueblo de Israel.

Si, estimado lector. Estos amantes del romance ajeno parecen vivir bajo una estricta política de “recibir sí, dar no”. Quieren mensajes matutinos llenos de miel, cenas sorpresa, abrazos improvisados… pero su aporte suele reducirse a un esporádico “gracias” o un gruñido matinal y un “ok” sin tilde en el chat.

Expertos en relaciones (y en sarcasmo) coinciden: es un fenómeno global. “Quieren recibir cariño como si fuera agua fresca, pero lo dan con la misma frecuencia que una lluvia en el Sahara”. “Es como pedir un jardín botánico y regarlo una vez cada solsticio”, afirma la ficticia Dra. Amparo Riego, especialista en climatología afectiva. “Después no saben por qué sus relaciones parecen plantas artificiales: bonitas de lejos, pero frías al tacto”.

El problema no es desear amor de calidad, sino no regar el terreno. Como en toda agricultura emocional, si usted quiere cosechar romance, necesita sembrar detalles, regar con palabras bonitas y podar las malas actitudes. Y sí, quizá también aprender a usar el riego por goteo de vez en cuando. El romance no crece por decreto ni florece con discursos; se alimenta de detalles, atención y coherencia. No basta con tener sed de amor, hay que abrir el grifo.

Mientras tanto, el fenómeno de la sequía afectiva sigue expandiéndose. Las redes sociales están llenas de indirectas como oasis en la arena, pero los verdaderos gestos siguen siendo especies en peligro de extinción.

Por lo pronto, las autoridades sentimentales recomiendan un plan nacional de “Hidratación Afectiva”: menos exigencias sin inversión y más coherencia entre lo que se pide y lo que se ofrece. Porque si algo está claro es que nadie quiere ser la planta que se marchita mientras espera la lluvia.

Así que, estimado lector, la próxima vez que sueñe con recibir amor digno de novela, pregúntese: ¿estoy regando lo suficiente o soy ese cactus orgulloso que, mientras pide lluvia, se niega a soltar una sola gota? Porque en el amor, como en la vida, hasta el desierto florece… cuando alguien se atreve a regarlo.


lunes, 11 de agosto de 2025

LINAOPI-PRO : LIGA NACIONAL DE OPINADORES PROFESIONALES

Por: Massiel Reyes-Lecont 

En un país donde opinar sin saber es prácticamente un arte nacional, no podía faltar un organismo que agrupara a los mejores en esta disciplina. Así nace LINAOPI-PRO: la Liga Nacional de Opinadores Profesionales, el único club donde la falta de información no es obstáculo, sino ventaja competitiva.

Si hablar sin tener datos fuera un deporte olímpico, LINAOPI-PRO ya tendría medallas doradas para repartir. Aquí no importa si viste la película completa o si conoces a la persona; basta con un rumor a medias, una foto borrosa o un comentario sacado de contexto para poner a funcionar el motor del juicio exprés.

La cancha donde juegan es amplia: desde la oficina donde la impresora no funciona pero las habladurías vuelan, hasta la congregación donde el sermón termina y comienza la ronda de “análisis” sobre quién miró a quién, quién llegó tarde, quién se cambió de carro con sospechas dignas de novela y quién repitió el mismo vestido. (Y Lucif contentico). No faltan tampoco los grupos de WhatsApp, esos canales oficiales de distribución masiva de opiniones sin filtro, donde una simple imagen puede convertirse en miniserie con banda sonora incluida.

La regla de oro en LINAOPI-PRO es sencilla: no importa si la información está incompleta; lo esencial es rellenar los espacios en blanco con la imaginación más creativa posible. Llegar tarde es “porque algo raro hay”. Cambiar de carro significa “negocio oscuro”. No publicar en redes sociales ni un día es “señal de crisis”. Para los miembros de esta liga, los hechos son como los vegetales en un buffet: están ahí, pero prefieren no tocarlos.

Hablar sin saber es como servir café sin colar: amargo y con grumos. No se necesitan pruebas para opinar; basta una mirada, un gesto o un silencio para construir una teoría completa. El chisme en LINAOPI-PRO es como un sancocho bien condimentado: mientras más ingredientes inventados, más sabroso. Estos opinadores profesionales no conocen horarios ni fronteras; su campo de acción abarca oficinas, iglesias, barrios y grupos familiares, siempre listos para producir análisis más rápidos que una sopa instantánea china.

Lo que comienza como “solo un comentario” puede ser la chispa que desata un efecto dominó capaz de derribar amistades, torcer reputaciones y poner a pelear hasta al más pacífico. La lengua suelta es como abanico en temporada de polvo del Sahara: reparte para todos lados y no hay quien se escape.

Hablar sin saber puede causar risa… hasta que el tema de conversación somos nosotros. Y ahí es cuando la cosa se pone fea. Porque cuando descubres que eres la novela barata que se vendió como bestseller, ya es tarde para aclarar; el público está enloquecido y tú, sin querer, ya te habrás convertido en el meme que nadie quiere compartir.

En medio de este festival de opiniones infundadas, vale recordar la enseñanza de Santiago 1:19: “Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. Cuánto bien nos haría detenernos un momento antes de soltar la lengua, medir nuestras palabras y buscar la verdad en lugar de propagar rumores. Porque, al final, no solo herimos reputaciones ajenas, sino que también dañamos nuestra propia integridad y paz interior.

La invitación está abierta a cambiar el juego, a ser portadores de gracia y verdad en un mundo que parece adicto al chisme barato. Porque si existe LINAOPI-PRO, la Liga Nacional de Opinadores Profesionales, también hay LIPRECO la Liga Internacional de Personas Reflexivas y Críticas Objetivas.

En LIPRECO no se corre a opinar sin datos ni a armar novela con medio rumor; aquí la cosa es escuchar más, pensar mejor y soltar palabras que realmente sumen. Menos sancocho de chismes y más café con sentido común. ¿Te animas a ser parte de la liga que sí cambia la conversación? 

ENEMIGOS GRATIS: ¡SOLO BRILLA!

En esta tierra donde hasta el dominó se juega con pasión y la vida se comenta en la fila del colmado, hay un fenómeno curioso: los enemigos ...