Por: Massiel Reyes-Lecont
Si ustedes han leído estas páginas antes, ya saben que tengo un amigo llamado Jacinto. Sí, el mismo Jacinto de la Polaca —que no es ni polaco ni tiene una Polaca, pero así le decimos desde que el inglés lo descubrió en unas playas paradisíacas de una Isla—.Pues agárrense, porque Jacinto sigue dando material.
Pues resulta que Jacinto, que últimamente tiene un imán para toparse con gente interesante, pidió un Uber el otro día. Nada fuera de lo común… hasta que el conductor abrió la boca. Se le subió a la vida un chofer de esos que, si no existieran, habría que inventarlos.
Era un joven de esos que, si se caen, no se raspan: rebota en emprendimientos. Me cuenta Jacinto que el tipo logró que una empresa inventara un puesto para él. ¡Ojo! No un puesto cualquiera, sino el de gerente de marcas, así, con todas sus letras y tarjetita corporativa.
—Ese puesto no existía —le dijo el muchacho—, pero yo lo propuse, lo defendí… y me lo dieron.¡Pum! Gerente por autoproclamación. Eso no es tener suerte, eso es tener determinación, visión y un poquito de ese “tú no me vas a decir que no” que a veces se necesita en la vida.
A partir de ahí, la conversación se puso más interesante que un final de telenovela. El joven no solo trabaja su jornada formal, sino que al salir sigue emprendiendo, creando, moviendo ideas como quien juega dominó en un colmado: sin parar y con estrategia.
Y lo más curioso es que, en medio de tanta “brega”, es un hombre de fe. Cree en Dios, en el desarrollo, en la productividad… y en hacer que las cosas pasen. Porque para él, si no pasan, uno las empuja hasta que pasen.
Jacinto, que tiene la antena bien puesta para estas cosas, salió del carro con una frase dándole vueltas en la cabeza: “Detrás de cada persona hay una historia que vale la pena escuchar”.
Y yo me quedé pensando… A veces tratamos a la gente como si fueran simples botes con ojos: los vemos pasar, los usamos para llegar a un destino, pero no miramos dentro. Y lo que hay dentro, amigos, muchas veces es oro puro: experiencia, lucha, talento y unas cuantas lecciones que no vienen en Google. Andamos apurados, sin tiempo para descubrir que el cajero del súpermercado es un pianista increíble, que el vendedor de empanadas sabe de ingeniería o que un chofer de Uber puede enseñarte más de estrategia de vida que cualquier seminario motivacional.
Así que, la próxima vez que suba a un Uber, o se encuentre con alguien en la fila del súper, piense que tal vez ese desconocido tenga una historia que le cambie el día… o la vida. Porque, como bien me recordó Jacinto, detrás de cada rostro hay una historia que podría inspirar, enseñar o, al menos, arrancarle una sonrisa.
Jacinto me dio el material para este artículo, y también la oportunidad de recordar que la gente es mucho más que una presencia silenciosa: son historias, sueños y esfuerzos en movimiento. Porque con él, hasta pedir un Uber se convierte en un recordatorio de lo valioso que es encontrarse con personas que inspiran.