sábado, 9 de agosto de 2025

JACINTO, EL UBER Y EL GERENTE DE MARCAS QUE NACIÓ DE LA NADA

Por: Massiel Reyes-Lecont 

Si ustedes han leído estas páginas antes, ya saben que tengo un amigo llamado Jacinto. Sí, el mismo Jacinto de la Polaca —que no es ni polaco ni tiene una Polaca, pero así le decimos desde que el inglés lo descubrió en unas playas paradisíacas de una Isla—.Pues agárrense, porque Jacinto sigue dando material.

Pues resulta que Jacinto, que últimamente tiene un imán para toparse con gente interesante, pidió un Uber el otro día. Nada fuera de lo común… hasta que el conductor abrió la boca.  Se le subió a la vida un chofer de esos que, si no existieran, habría que inventarlos.

Era un joven de esos que, si se caen, no se raspan: rebota en emprendimientos. Me cuenta Jacinto que el tipo logró que una empresa inventara un puesto para él. ¡Ojo! No un puesto cualquiera, sino el de gerente de marcas, así, con todas sus letras y tarjetita corporativa. 

—Ese puesto no existía —le dijo el muchacho—, pero yo lo propuse, lo defendí… y me lo dieron.¡Pum! Gerente por autoproclamación. Eso no es tener suerte, eso es tener determinación, visión y un poquito de ese “tú no me vas a decir que no” que a veces se necesita en la vida.

A partir de ahí, la conversación se puso más interesante que un final de telenovela. El joven no solo trabaja su jornada formal, sino que al salir sigue emprendiendo, creando, moviendo ideas como quien juega dominó en un colmado: sin parar y con estrategia.

Y lo más curioso es que, en medio de tanta “brega”, es un hombre de fe. Cree en Dios, en el desarrollo, en la productividad… y en hacer que las cosas pasen. Porque para él, si no pasan, uno las empuja hasta que pasen.

Jacinto, que tiene la antena bien puesta para estas cosas, salió del carro con una frase dándole vueltas en la cabeza: “Detrás de cada persona hay una historia que vale la pena escuchar”.

Y yo me quedé pensando… A veces tratamos a la gente como si fueran simples botes con ojos: los vemos pasar, los usamos para llegar a un destino, pero no miramos dentro. Y lo que hay dentro, amigos, muchas veces es oro puro: experiencia, lucha, talento y unas cuantas lecciones que no vienen en Google. Andamos apurados, sin tiempo para descubrir que el cajero del súpermercado es un pianista increíble, que el vendedor de empanadas sabe de ingeniería o que un chofer de Uber puede enseñarte más de estrategia de vida que cualquier seminario motivacional.

Así que, la próxima vez que suba a un Uber, o se encuentre con alguien en la fila del súper, piense que tal vez ese desconocido tenga una historia que le cambie el día… o la vida. Porque, como bien me recordó Jacinto, detrás de cada rostro hay una historia que podría inspirar, enseñar o, al menos, arrancarle una sonrisa.

Jacinto me dio el material para este artículo, y también la oportunidad de recordar que la gente es mucho más que una presencia silenciosa: son historias, sueños y esfuerzos en movimiento. Porque con él, hasta pedir un Uber se convierte en un recordatorio de lo valioso que es encontrarse con personas que inspiran.

miércoles, 6 de agosto de 2025

ENTRE UN TACÓN SERIO Y OTRO EN MODO WEEKEND

Cuando el desvelo te viste: un zapato pa’l Este y otro en el Ministerio de Trabajo.

Por: Massiel Reyes-Lecont 

Hay mañanas que uno arranca en modo automático, con el piloto apagado. Esa era yo, luego de una noche larga donde el insomnio me dio una pela que ni la luz en Villa Mella. Me levanté tarde, salí huyendo y, sin pensarlo mucho, me tiré la primera ropa que vi. Cero café, cero espejo. Solo fe y gasolina.

Cuando llego al trabajo, que me voy a quitar la chancleta, tremenda sorpresa. Ahí estaba el show: un zapato negro de tacón, formalito, y del otro lado, uno crema, abierto atrás y ligeramente más bajito. ¡Parecía que cada pie tenía su propia agenda! Un pie trabajando y el otro en verano casual. Era un “vine a trabajar, pero mentalmente estoy de vacaciones”.

Para colmo, tenía una reunión a las 10:00 a.m. con una empresa importante. Me vi en la sala de juntas, tratando de hablar de negocios mientras mis pies contaban dos historias distintas.

Respiré hondo y entonces recordé: ¿y si…? Corrí al carro y, como un milagro discreto, ahí estaba: el zapato correcto, esperándome en la parte de atrás, como si supiera que hoy iba a necesitarlo. Me cambié en un acto digno de un pit stop de Fórmula 1, más rápido que los camarógrafos en un juego de pelota cuando hay jonrón. Y nadie nunca supo, por lo menos no en la oficina.

Ese día confirmé dos cosas:

  1. Nunca subestimen la importancia de un zapato de repuesto en el carro.

  2. El desvelo es el enemigo público número uno de la cordura.

Al final, la reunión salió bien, y cuando regresé a mi escritorio me quedé pensando: “Si hoy no fue lunes de zapatazo, no sé qué fue.”

Porque, dime tú, ¿quién sale tarde, medio dormida, sale con dos zapatos diferentes y todavía resuelve como si nada? Solo en este país uno se salva así. Hoy entendí que, entre desvelo, corredera y milagritos en el carro, la vida se lleva mejor con un chin de humor… y revisando los pies antes de salir.

Y ya tú sabes: mañana me reviso dos veces. O tres. Porque en cualquier descuido, termino con un zapato en Boca Chica y el otro en el Banco Central. Uno nunca sabe...

martes, 5 de agosto de 2025

¡JACINTO Y EL INGLÉS QUE SALIÓ DEL FONDO DEL CARIBE!

Escrito por: Massiel Reyes Leconte  

Mire, si algo tiene el caribeño, es esa habilidad innata de resolver con estilo. Y no lo digo por lo que me contaron, ¡yo misma lo vi! Estaba ahí, tranquilita, cuando mi amigo Jacinto —sí, ese mismo que siempre jura que no sabe decir ni “jelou”—, sin proponérselo, se transformó en un profesor de inglés nivel Harvard… o mejor dicho, nivel Caribe. Porque si hay un lugar donde el ingenio y la creatividad se mezclan con el sudor y la sonrisa, es aquí, donde la brisa huele a coco y el sol no da tregua.

Todo comenzó de repente. Mientras disfrutabamos del intenso sol y calor, pero hermosa vista de la Isla, de la nada, aparece una polaca, rubia como las playas de Punta Cana al mediodía, y le lanza a Jacinto una ráfaga de inglés que casi me despeina. Yo me quedé muda, sin poder soltar ni  “Ji”, pero Jacinto… ¡ay, Jacinto! Se creció. Se enderezó, respiró profundo, y arrancó: —“Yes, the Caribbean has a wonderful climate and the beaches are beautiful!” y yo: (inserte emoticono con la boca abierta).

¡Y ahí fue donde empezó la magia!

No se crean que fue un par de frases sueltas. ¡Qué va! Aquello fue una conversación en toda regla. Hablaron de TODO: De por qué ella estaba en el Caribe, cuándo se iba, dónde vivía, del tapón de la 27 de Febrero, de cómo doblar a la izquierda (o como él dijo: “yu go lef!”), de los haitianos, de la migración… ¡y hasta de por qué estaba soltera! Mmmmmmm… el por qué estaba soltera. ¡Ay, Jacinto! ¡Y todo eso en inglés!

Pero lo mejor no fue que hablara… ¡no, señor! Lo increíble fue que la polaca, como si hubiera pasado media vida en Boca Chica, entendía cada palabra, sonreía y hasta le elogiaba el “buen acento” a Jacinto. Yo, mientras tanto, no sabía si reírme o inscribirme de inmediato en el curso express que parecía estar dando ahí mismo, gratis y en vivo.

Jacinto, embalado, se tiró hasta esta joya con su acento bien criollo:
—“Catalina Island, located in the Dominican Republic, is known for its paradisiacal beaches and rich marine life, especially its coral reefs and colorful fish.” (como cuando ya no le quedaban mas frases de Duolingo) Y ella, fascinada, le respondia: — “Ohhh, I didn’t know that. I’m impressed!”

La polaca se veia más feliz que un niño en una heladería, y al final, yo solo pude mirarlo y decirle: —¿Pero tú no eras el que no sabía inglés? Y él, con esa cara de tigre que se la busca como un león, me soltó: —Yo no sé inglés… pero el inglés sí sabe de mí.

Ahí entendí algo: en el Caribe, cuando la necesidad aprieta, el cerebro conecta con ese diccionario invisible que todos llevamos dentro. Aquí la gramática puede irse de vacaciones, porque lo que realmente cuenta es el ingenio.

Porque en esta tierra de merengue, café y gente que se busca la vida como leones, si algo nos sobra es picardía y la determinación de resolver, aunque sea con un par de señas y una sonrisa capaz de derribar cualquier barrera. Y si no me cree, algún día les presentaré a Jacinto para que se lo cuente él mismo… o mejor, a la polaca, si es que algún día la vuelvo a ver. Que seguro todavía anda diciendo: “Best conversation of my life!”.


viernes, 1 de agosto de 2025

EL RADAR DE LAS MADRES DOMINICANAS

Ese sexto sentido que convertía cualquier campamento en una misión de alto riesgo.

Por: Massiel Reyes-Lecont 

Mire, si existe algo más preciso que el Wi-Fi de la vecina o que el olfato para encontrar un locrio de arenque a dos esquinas, es el radar maternal dominicano. Esa antena invisible que tienen nuestras madres y que se activaba en cuanto uno pronunciaba la palabra “viaje”.

—Mami, me voy de campamento con el colegio.

Y ahí mismo, ella, con la toalla de fregar al hombro, la bata floreada y la voz grave de película:
—Yo no sé, pero anoche soñé contigo… y no era nada bueno.

¡Y adiós emoción! Porque cuando mami decía eso, usted quedaba como gallina en carretera.

EL DICCIONARIO DE LOS SUEÑOS DE MAMI

  • Sueño con agua: peligro.
  • Sueño con dientes: Alguien se va. Eso e' muerte segura.
  • Sueño con serpientes: ¡ay Dios mío, ni te me muevas de esta casa!

Y si soñaban con mucha gente, al abrir los ojos ya estaba verificando la ropa negra y si el colmado tenia café porque ese velorio iba porque iba. 

¡Y no había argumento que la hiciera cambiar de opinión! Usted podía sacar la lógica y la ciencia, y ella le salía con su frase favorita:

—Mire, yo no sé de eso… pero uno siente. No digo mas. 

Al final, entre la presión emocional y el drama de barrio, usted terminaba yéndose con la bendición, medio persignado y con la certeza de que cualquier resbalón sería culpa del sueño de mami. Uno juraba que nuestras pobres progenitoras tenían línea directa con el cielo ¡y sin necesidad de WhatsApp!

La escena era siempre igual:

Ella, en la cocina, batiendo café como quien bate un argumento imbatible:
—Yo no estoy diciendo que no vayas, mi hijo, pero uno siente cosas… ¡Mira ese sueño! Y tú ahí, con la mochila lista, sintiéndote como protagonista de una telenovela de suspenso.

Lo más cómico es que esos “sueños terribles” casi siempre tenían el mismo final: no pasaba nada. Uno iba al campamento, bebia agua del rio, regresaba con picaduras de mosquito y la seguridad de que el único peligro real fue el dormir con un compañero/a que cenó domplin con pica pica y de postre se comió unas habichuelas con dulce.

Pero, ah, cuando regresabas, ¿qué te decía ella?
—¿Viste que no te pasó nada? ¡Fue porque yo oré mucho!

Y ahí uno entendía: el sueño no fue advertencia, era estrategia de amor. Esa forma peculiar que tienen las madres de disfrazar el miedo con superstición, para no decir de frente: —Hijo, me da pánico que salgas y no pueda cuidarte.

Hoy, uno se ríe de eso… hasta que le toca el turno. Porque sí, señores: esa antena es hereditaria. Que se cuide el que no lo crea, porque llega un día que uno suelta la misma frase, sin darse cuenta:

—Yo no sé, pero soñé contigo… y no era nada bueno.

Y ahí uno entiende que el radar de las madres dominicanas no se apaga nunca: solo cambia de dueña.

¿Y tú? ¿Te ha pasado como madre o como hij@? ¡Cuéntame!


jueves, 24 de julio de 2025

🎓 ENTRE TOGAS, LÁGRIMAS Y SUEÑOS CUMPLIDOS

La emotiva ceremonia de bachillerato de PREPARA en el Centro Educativo La UREÑA recordó que la educación transforma, no importa la edad ni las circunstancias.

Por: Massiel Reyes Leconte 

Una ceremonia de graduación puede parecer un evento más en el calendario escolar, pero hay actos que no solo celebran logros: celebran vidas que decidieron no rendirse.

Tuve el honor de ser Maestra de Ceremonias en la graduación de la Escuela LA UREÑA, del programa PREPARA, donde 35 nuevos bachilleres recibieron su certificado. Y aunque en teoría iba a conducir un acto académico, lo que viví fue algo mucho más grande: un desfile de historias, luchas, esfuerzos y sueños cumplidos. Cada nombre que anunciaba tenía una historia detrás. Cada aplauso contenía años de esfuerzo y sueños postergados que por fin se hacían realidad.

Allí estaban ellas: mujeres con vestidos largos, maquillaje digno de gala y una toga cubriéndolo todo, excepto el orgullo. Entre el público, los hijos pequeños miraban a sus madres subir al escenario. Más que recibir un título, ellas daban una lección silenciosa: “sí se puede”. Vi a una en particular, que sostenía con fuerza el diploma mientras sus ojos buscaban a su hija en el público. No hizo falta que dijera nada. El gesto hablaba por sí solo.

También vi a hombres con traje y corbata. El símbolo de elegancia para ese día especial contrastaba con sus historias diarias de esfuerzo: trabajar largas jornadas, cumplir en casa y luego correr al aula a ganarle una batalla al cansancio. Varios llegaron tarde. Solo les dieron una o dos horas en el trabajo para celebrar. Pero eso no les quitó la emoción de estar allí. Como si por fin alguien les dijera: “lo lograste, valió la pena”.

El estudiante de mayor excelencia no era un adolescente. Era un caballero que sobrepasaba los 49 años. Cuando lo llamé al frente y vi sus pasos firmes, sentí cómo se me apretaba el pecho. Pensé en lo que tuvo que vencer para llegar ahí: miedo, tiempo, cansancio, responsabilidades. Él no solo se graduó: nos enseñó que nunca es tarde. No conozco toda su historia, pero su andar pausado, su mirada firme y sus manos temblorosas hablaban más que mil palabras. Ese diploma era su medalla de guerra.

Y sí, los profesores y directivos también estaban allí, algunos con ojeras, otros con sonrisas que no se les quitaban ni con el cansancio acumulado. Porque formar adultos no es tarea fácil. Implica más que enseñar: implica acompañar, animar, insistir y muchas veces, creer por ellos hasta que crean por sí mismos. Ellos también se graduaron ese día. En humanidad, paciencia y entrega.

Lo que viví ese dia no fue solo una entrega de diplomas. Fue una celebración del espíritu humano. Una demostración de que la educación sigue siendo una herramienta de transformación poderosa, especialmente para quienes no tuvieron la oportunidad a tiempo, pero decidieron darse una segunda oportunidad.

Desde el escenario, vi cómo una generación de adultos se alzaba, no solo con títulos, sino con dignidad. Y entendí algo que no se enseña en libros: los sueños no tienen fecha de vencimiento. Solo esperan que nos atrevamos a ir tras ellos.

📌 ¿Te inspiró esta historia? Compártela con alguien que esté pensando en rendirse. Tal vez lo que necesita es ver que sí se puede.


LIMPIEZA PROFUNDA: hoy sacamos a pasear al envidioso (y lo dejamos fuera)

📆 Edición de los que ya no aguantan más.

Por Massiel Reyes Leconte 

¿Alguna vez has sentido que alguien te mira como si tu éxito les diera alergia? ¿Que cada vez que compartes algo bonito, alguien frunce más la cara que si chupara limón sin sal? Querido lector, no es tu imaginación: tienes un envidioso en tu vida. Pero no temas, este artículo es tu desinfectante emocional. Hoy te enseñamos, con humor y verdad, cómo eliminar a los envidiosos de tu entorno... ¡sin perder el glamour ni el buen ánimo!

Identifica a la serpiente (con buena luz, por favor, y si es con sol de las 12, mejor!)

Mira, el envidioso no siempre silba, pero deja rastro... como aceite de salami en blusa blanca. A veces se disfraza de pana, de prima lejana o de compañero de trabajo que “solo quiere lo mejor para ti” (ajá, sí... lo mejor, pero pa’ él).

Es ese que te dice: “¡Ay, qué bueno que te subieron en el trabajo!... aunque tú ni te lo esperabas, ¿verdad?” Con una cara de “me estoy tragando el pique pero con clase”.

O esa amiga que te mira el vestido de gala, frunce el entrecejo y te suelta: “Mmm... te queda diferente...” (Diferente a qué, doña, ¿a una cortina?)

No les da gripe, les da rabia existencial cada vez que tú floreces. Están bien hasta que te ven feliz, porque cuando tú progresas, a ellos se les daña el WiFi emocional. ¡Y tú floreces tanto, mi amor, que pareces mata de albahaca en patio ajeno!

Son gente que no necesita disfraz en Halloween porque viven disfrazados todo el año. En vez de ponerte pa’ lo tuyo, quieren que tú te pongas pa’ lo de ellos, ¡y con gusto! Pero ¿y tú? Tú ni caso. Tú te haces tu moñito, te echas tu brillito y sigues pa’lante, con tu flow, tu swing, y tu bendición encima. Porque quien nació pa’ brillar, no tiene que pedirle permiso a las lámparas apagadas.

Elimina sin remordimientos: no es egoísmo, es salud mental

Tener envidiosos cerca es como tener goteras en el techo emocional: por más que te esfuerces, siempre hay humedad. ¡Ya basta! No estás obligado a mantener relaciones por costumbre, cortesía o chantaje emocional.

Dato serio entre tanto relajo: La envidia constante contamina. Está comprobado que rodearte de gente tóxica eleva tu estrés, afecta tu autoestima y hasta tu productividad. Así que, sí: eliminar envidiosos es también una decisión inteligente.

Hazlo con clase... y con gracia

No hace falta tirar platos ni escribir indirectas en redes sociales (aunque confieso: se siente sabroso a veces). Puedes aplicar técnicas como:

  • La distancia elegante: Deja de compartir con ellos tus proyectos, tu alegría, ¡y hasta tus memes!

  • El ghosteo diplomático: Respondes tarde, poco, y siempre con frases de una sola sílaba. "Ajá", "Mmm", "Ok".

  • El muro de TikTok: Empápalos de tu éxito sin pedirles permiso, que vean y aprendan (o se bloquean, según el caso).

Cuidado, que no seas tú el envidioso en el espejo

Sí, vamos a decirlo sin pena: todos, en algún momento, hemos sentido ese mini ardor cuando a alguien le va mejor que a nosotros. A veces no es odio, ni maldad, es simplemente una punzadita que dice: “¿Y por qué él sí y yo no?”.

Pero cuidado, que una punzadita se convierte en úlcera emocional si no se trata. Si te descubres deseando que a alguien le vaya "menos bien" solo para sentirte "mejor tú", ese es un semáforo rojo directo al corazón. ¿Y sabes qué? No te hace mala persona, te hace humana. La clave está en no quedarte a vivir en ese sentimiento.

Revisar el corazón no es un acto de debilidad, es valentía pura. Aplaudir el éxito ajeno es como hacer abdominales del alma: cuesta al principio, pero fortalece. Porque quien celebra lo bueno de otros, se vuelve imán para cosas buenas también.

 Conclusión: A los envidiosos, ¡gracias por nada!

Gracias por mostrarme que mi luz molesta cuando brilla mucho. Que no todos aplauden cuando uno baila feliz. Y gracias también, porque sin ustedes, no habría aprendido a elegir mejor mi círculo.

Hoy decido andar liviano. Con gente que celebra, no que compite. Que suma, no que calcula. Y si alguno se queda por ahí susurrando veneno... que se lo tome como shot.

Este artículo ha sido revisado por expertos en cortar lazos y conservar la paz. No produce efectos secundarios, solo alivia. Disponible también en versión para imprimir y pegar en la nevera.

martes, 22 de julio de 2025

! NO INSISTAS! La dignidad no es Wi-Fi para andar regalando señal

Por: Massiel Reyes-Lecont

Hay que decirlo sin anestesia pero con una sonrisa:

no insistas por quien no se esfuerza por verte.

Ni por amor, ni por amistad, ni por apellido compartido. Porque si tú eres quien llama, escribe, busca, recuerda y hasta coordina la logística emocional… y del otro lado solo hay silencio, excusas o reacciones tardías, entonces no estás en una relación: estás haciendo voluntariado afectivo.

Así como el café se enfría si no lo tomas, las relaciones también se enfrían si tú eres el único que da calor. ¿Y sabes qué es peor? Que hay gente que se aparece justo cuando ya no queda ni espuma en la taza, pero se atreve a pedir azúcar.

Y ojo, esto no es solo para el “amorcito” que no te escribe ni para dejarte un emoji de fueguito en tu historia. No, mi amor, esto aplica también para los amigos fantasma que solo salen de su cueva en diciembre y pa' la familia; pero alguien muy sabio me dijo que ya ta'ba muy largo y que hiciera otro… 

El que quiere, se sirve (pero también te sirve)

Vamos con lógica básica y sin complicaciones:
Quien quiere verte, te llama, te escribe, te manda aunque sea un sticker de piolín.
Y el que no… tiene siempre una excusa nueva, más creativa que un episodio de la Rosa de Guadalupe (No te haga', que tu sabe' de que toy' hablando).

No es que esté ocupado. Es que no estás en su lista de prioridades.
Y eso, queride, se siente y se nota.
Uno no puede andar detrás de quien ni se molesta en mirar hacia atrás.

“Amistades” que vencen antes que el yogur del Bravo

Hay amistades con fecha de vencimiento más corta que la de una leche abierta en verano y sin tapa. Tú les escribes con cariño: "¿Nos juntamos esta semana?"
Y ellos, con el entusiasmo de quien responde correos del trabajo un lunes a las 8:00 a.m., contestan: "¡Claro! Déjame ver y te aviso."

Spoiler alert:
No ven. No te avisan. Y si lo hacen, es tres semanas después, cuando ya pasaste la fase de ilusión y estás en la etapa de resignación.

La verdad es que hay amistades que parecen suscripciones de prueba: duran poco, prometen mucho, pero al final te cobran en salud mental. No dan seguimiento, no preguntan cómo estás, no se alegran con tus logros ni te acompañan en las caídas. Y tú ahí, queriendo forzar un cariño que claramente ya no vive en esa dirección IP.

Amistad sin interés, sin esfuerzo, sin compromiso… eso no es amistad.
Eso es un recuerdo que aparece de vez en cuando como notificación de cumpleaños en Facebook o cuando necesitan que les cuides al perro.

Porque una amistad de verdad no necesita verse todos los días, pero sí se siente cerca. En cambio, estas “amistades vintage” solo aparecen cuando hay comida, drama o fiesta.

Y tú te preguntas: "¿Seré yo el problema?" No, mi cielo. El problema es que tú estás sembrando en terreno árido y esperas cosecha emocional donde ni riego hay.

Así que si tienes una amistad que caduca cada vez que tú dejas de escribir, que desaparece cuando no hay beneficio, o que solo responde si le mencionas la palabra "parrillada"… te tengo una noticia: eso ya no es amistad, es un recuerdo con conexión intermitente. Y tu cariño merece mejor señal.

Alerta de autoengaño: ¡no te sigas justificando por ellos!

"No me escribió, pero seguro está pasando por algo".
"No me llamó, pero me quiere en silencio".
"No me buscó, pero yo sé que me aprecia".

No, mi amor. Eso no es silencio reflexivo ni cariño espiritual. Eso es desinterés con filtro vintage.

Tu esfuerzo también vale: úsalo con quien lo merece

No hay nada más desgastante que amar, buscar, insistir y preocuparse por quien ni siquiera se esfuerza por responderte un "👍". Si tú haces todo el trabajo emocional, estás en una relación con alguien y contigo mismo. Y eso, a la larga, duele.

Así que hazte el favor: Guarda tu energía, tu cariño, tus ganas y tus memes para quien los aprecie. Y sobre todo, no te pierdas tú por buscar a quien ni se ha dado cuenta que no estás.

Cierre de la Comadre (con voz de abuela sabia):
“El amor no se suplica, la atención no se ruega y el tiempo no se mendiga.
El que quiere estar, está. Y el que no… ¡que se quede donde nunca se movió!”

¿Te cayó el guante? Entonces ya sabes lo que toca: sacudirte el polvo emocional, ajustar tu dignidad como se ajusta un moño en plena boda, y seguir caminando, ¡con todo el swing del que sabe lo que vale!


ENEMIGOS GRATIS: ¡SOLO BRILLA!

En esta tierra donde hasta el dominó se juega con pasión y la vida se comenta en la fila del colmado, hay un fenómeno curioso: los enemigos ...