Cuando el escalonamiento de horarios se convierte en escalón hacia el caos
Por: Massiel Reyes-Lecont
Hay decisiones que parecen tomadas desde un despacho con aire acondicionado, café gourmet y sin niños que levantar a las 5:00 a. m. Una de ellas, sin duda, es el escalonamiento de horarios. Y no, no hablo del cambio de turno en una fábrica alemana de precisión, sino de esa “brillante” medida que mueve la hora de entrada de todo un sector laboral... sin preguntar si alguien tiene vida.Porque vamos a hablar claro: quien trabaja, lo hace por necesidad, no porque sueñe con levantarse cada día de madrugada, en modo zombie, a preparar desayuno, mochilas, uniformes y lidiar con hijos que todavía están negociando con la almohada.
Para una madre de familia, que ya hace malabares entre loncheras, transporte escolar, tapones, reuniones escolares y un jefe que vive convencido de que todos tenemos niñera y chofer, un cambio abrupto de horario no es eficiencia: es un ataque directo al sistema nervioso.
La rutina antes y después del “nuevo horario”
Antes:
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5:30 a. m. – Suena la alarma (la ignoro).
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5:40 a. m. – Suena otra vez (la odio).
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5:50 a. m. – Me levanto, porque alguien tiene que sostener el mundo.
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6:01 a. m. – Café. Obligatorio.
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6:50 a. m. – A.C lista, yo lista, salimos como familia funcional (más o menos).
Después:
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4:30 a. m. – Despierto a oscuras, sin café, sin alma.
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5:00 a. m. – !Despiertaaaaaa! A.C cree que es una broma. No lo es.
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6:00 a. m. – Salida. Tapones fantasmas que solo existen cuando tienes prisa. (siempre)
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6:30 a. m. – Llegas al trabajo con cara de meme. Aja? y la niña no va al colegio? Bueno, no la dejaré con el colmadero.
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7:00 a. m. – Y te dicen: “¡Mira qué buena medida para descongestionar el tránsito!”¿En serio?
El impacto real: ni madres, ni abuelos, ni niños salen ganando
Estas medidas, aunque con buena intención, terminan siendo una tortura disfrazada de planificación. Nadie pensó en la mamá soltera sin quién dejar a sus niños a esas horas, ni en quien depende del transporte público que ni despierta cuando tú ya vas por tu tercer bostezo.
Tampoco en los abuelos, (los que los tienen) que ahora deben madrugar para ayudar, ni en los niños, que pasan el día en automático, como si fueran parte de una fábrica de café... sin café.
Turno 2: El limbo del 1:00 p. m. a 7:00 p. m.
Este horario no es ni carne ni pescado: ni jornada matutina, ni vespertina completa. Es un rompecabezas imposible de armar para quien tiene hijos, citas médicas, diligencias o simplemente una rutina humana.
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La mañana no te rinde: te levantas temprano igual, pero no puedes aprovecharla porque estás en "modo preparación".
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La tarde se va en el trabajo y, al regresar, el mundo ya se está apagando.
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No puedes ir al médico, al banco ni hacer trámites en horarios hábiles.
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Y lo peor: pierdes los momentos claves en casa: tareas, comidas, cuentos antes de dormir. Te conviertes en un personaje secundario en tu propia casa.
En resumen, te roba la mañana con ansiedad y te borra la tarde con obligaciones. Es el turno que parte el día y lo deja inservible para todo lo demás que no sea trabajo.
¿Y entonces?
¿De qué sirve descongestionar el tránsito si congestionas la vida de las personas? Porque, vamos a estar claros, madres y padres no somos robots, ni tenemos superpoderes (aunque a veces lo parezca). Somos seres humanos con una agenda que ya parece un sudoku nivel experto.
Ah, y por si acaso te habías olvidado: mañana hay reunión, hay que llevar reciclaje, la camisa blanca, el disfraz de árbol, firmar la tarea y mandar 20 pesos para una actividad sorpresa (que tú no sabes cuál es, pero algo es algo).
¡Esto no es vida! ¡Esto es una gincana emocional, un maratón sin medalla, un Escape Room sin salida!
Uno termina viviendo en piloto automático, con el GPS gritando “¡recalculando!” todo el día. Pero con una sonrisa, claro, porque también hay que fingir estabilidad emocional cuando el niño pregunta por qué llegaste tarde y por qué no lo buscaste tú, y tú solo puedes responder con una lágrima y una empanada fría.
Así que, sí, gracias por pensar en el tránsito… pero no se olviden de que hay gente dentro de los carros, y que después de las 5 de la mañana, lo único que necesitamos no es solo un cambio de horario: ¡es un milagro, una niñera y una clonación urgente!
¿Alternativas sensatas?
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Consultas públicas antes de aplicar medidas que impactan la vida real.
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Flexibilidad real: horarios escalonados voluntarios, turnos rotativos negociados.
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Opciones de trabajo híbrido para quienes tienen situaciones familiares complejas.
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Compensación por horarios incómodos, como en países que respetan el bienestar laboral.
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Y sobre todo, un poco de empatía con madres y padres trabajadores que ya luchan por sobrevivir a cada lunes.
Queremos trabajar, queremos cumplir, pero también queremos llegar vivas a fin de mes, emocionalmente enteras, sin ojeras permanentes ni hijos que piensen que mamá solo existe en modo apresurado. Escalonar no puede ser sinónimo de atropellar. Mejorar el tránsito no debe empeorar la vida.
Por eso, a quienes diseñan estas “eficientes” ideas, los invitamos cordialmente a vivir una semana en el horario de una madre trabajadora... y después nos cuentan si sigue siendo buena idea.
Bueno, yo había leído que era una rotación de media hora, si esos cambios son así está fea la cosa 😔
ResponderEliminarSí, es cierto que solo es media hora, pero media hora puede hacer una gran diferencia en la rutina del día. Ya sea en la mañana o en la tarde, ese pequeño cambio puede alterar todo: desde la hora en que sales de casa hasta cómo organizas tus otras responsabilidades. Así que sí, la cosa se puede poner complicada
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