miércoles, 9 de julio de 2025

EL DOLOR QUE NO SE VE: Entre risas forzadas y selfies felices

Aunque parezca que todo está bien, la mente a veces libra batallas silenciosas que ningún filtro puede ocultar.

Por: Massiel Reyes-Lecont

Hay historias que no dan risa, pero hay que contarlas con alma… y con un poquito de sazón dominicano, porque aquí todo se dice mejor si le echamos una pizca de humor (aunque sea amargo). Hace unos dias, un hecho estremeció la ciudad como una güira mal tocada: un joven decidió quitarse la vida en plena plaza comercial, en medio del bullicio cotidiano, entre tiendas de descuentos, cafés con nombres en inglés y vitrinas llenas de promesas vacías.

No vamos a romantizar lo que pasó. Tampoco a buscarle cinco patas al chivo. Sea por amor, por una deuda, por ansiedad, por sentir que no encajaba… no importa la causa exacta. Lo que sí importa —y mucho— es que la depresión es real, aunque no se vea en la cara. No camina arrastrando cadenas, ni se aparece con música triste de fondo. A veces usa poloche, se ríe con los panas, hace TikToks, sube historias, hasta da consejos a otros. Pero por dentro… se está cayendo a pedazos.

Vivimos en una sociedad donde lo que importa es “tirar pa’lante”, “no te quilles”, “eso se te va con un trago” o el clásico: “tú lo que necesitas es orar más”. Y ojo, no está mal orar, ni salir, ni tener fe. Pero cuando la mente duele, no basta con buena vibra y frases de Pinterest. Hace falta atención, escucha, tratamiento… ¡y menos juicio!

El caso de este joven —cuyo nombre no diremos por respeto, pero cuya historia ya recorre las redes como un suspiro colectivo— nos recuerda que la salud mental no se mide por cuántos likes tienes, ni por cómo te ves en una foto. Se mide por lo que callas cuando todos creen que estás bien.

Quizás muchos lo vieron ese día. Caminando, callado, con una mochila al hombro. Nadie supo que en ese silencio había una tormenta. Nadie supo que ese era su adiós. Y ahora todos nos preguntamos qué pudimos haber hecho. La verdad es que no siempre se puede evitar… pero siempre, siempre podemos hacer algo para prevenir el próximo caso: hablar, acompañar, escuchar sin minimizar, y tomarnos en serio lo que otros sienten, aunque no lo entendamos del todo.

Si estás leyendo esto y te sientes como un cajón vacío, como que no encajas, como que todo pesa más de la cuenta, por favor, busca ayuda. No tienes que estar al borde de una plaza para que alguien te escuche. Existen psicólogos, líneas de ayuda, amigos reales (los de verdad, no los que solo comentan fueguitos en tus fotos), y también existe la posibilidad de que lo que hoy te parece un final… mañana sea solo una curva en tu camino.

Y si conoces a alguien que no está bien, no te quedes con el “eso se le pasa”. Quédate, mejor, con un “yo estoy aquí”. Y repítelo cuantas veces haga falta.

No hay final feliz en esta historia. Pero quizás, con más conciencia y menos juicio, podamos evitar que se repita.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL RADAR DE LAS MADRES DOMINICANAS

Ese sexto sentido que convertía cualquier campamento en una misión de alto riesgo. Por: Massiel Reyes-Lecont  Mire, si existe algo más preci...