jueves, 6 de marzo de 2025

EL DIA NO TIENE QUE TERMINAR COMO EMPEZÓ


     Hay días que inician pesados. Desde que abres los ojos, la mente se llena de pendientes, responsabilidades y preocupaciones. La carga laboral, los compromisos personales, los estudios y la vida misma a veces parecen demasiado. El estrés se acumula, las fuerzas flaquean y, sin darte cuenta, el desánimo se instala en tu corazón.

Pero algo he aprendido: el día no tiene que terminar como empezó.

Puedes haber comenzado con cansancio, con preocupaciones o incluso con lágrimas. Pero Dios siempre tiene maneras únicas de recordarte que no estás solo. Tal vez sea una conversación inesperada con alguien que necesitabas escuchar, una palabra de aliento en el momento justo, una noticia que trae alivio o incluso un pequeño detalle que parece insignificante, pero que llena tu corazón de paz.

A veces, ese cambio viene cuando tomamos un respiro y decidimos soltar lo que no podemos controlar. Otras veces, simplemente sucede sin que lo busquemos: una risa espontánea, un abrazo sincero, la satisfacción de haber avanzado un poco más o el simple hecho de llegar al final del día con la certeza de que Dios estuvo contigo en cada paso.

No importa cómo haya comenzado tu día; lo importante es que Dios siempre tiene la última palabra. Él puede transformar el cansancio en descanso, la preocupación en confianza y la tristeza en gozo.

Así que si hoy sientes que el peso del día es demasiado, recuerda esto: todavía no ha terminado. Tal vez al final del día, cuando menos lo esperes, algo suceda que te saque una sonrisa y te recuerde que cada jornada es una nueva oportunidad para ver la fidelidad de Dios en acción.

Confía. Descansa. Y deja que Dios haga lo suyo.

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