Tener todas las cargas y responsabilidades de un hogar no es fácil. Hay momentos en los que las cuentas no cuadran, los problemas parecen superarnos y las fuerzas flaquean. Pero he aprendido algo valioso en mi caminar con Dios: cuando le entregas todo a Él, las cargas se vuelven más ligeras y la provisión llega en el momento exacto.
En mi vida, muchas veces he dicho con fe: "Encárgate Tú, Jehová". Y Él, fiel como siempre, se lo ha tomado en serio. No me ha faltado nada. Justo cuando menos lo espero, cuando parece que la puerta está cerrada, Dios me sorprende con sus detalles, con sus respuestas inesperadas, con su amor manifestado en las pequeñas y grandes cosas.
Cuando dejamos que Dios se haga cargo, aprendemos que Su gracia es suficiente y Su provisión es perfecta. No se trata de nuestra lógica ni de nuestro esfuerzo, sino de confiar en que Él tiene el control. Porque lo que para el hombre parece poco, en las manos de Dios se convierte en abundancia sin medida.
Hoy te invito a hacer lo mismo: ríndele a Dios tus cargas, tus preocupaciones y tus necesidades. Dile: "Encárgate Tú, Señor", y observa cómo Él transforma lo imposible en testimonio, la escasez en abundancia y la incertidumbre en paz.
¡Porque cuando Dios se encarga, todo es diferente!
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