lunes, 29 de septiembre de 2025

Crezca en su trabajo sin ser JALAMECATE

En cada oficina hay su fauna laboral: el que siempre llega con café en la mano “de gratis”, el que tiene la risa floja para cada chiste del jefe, el que se ofrece voluntario para todo (hasta para soplar el bizcocho de cumpleaños del gerente), y claro, el que se pasa el día buscando cómo brillar… aunque sea apagándole la luz al compañero de al lado. 

Aquí entre nosotros: ¿es obligatorio ser jalamecate para crecer en el trabajo? No, mi hermano. Esa estrategia da resultado, sí, pero dura menos que un pote de yogurt abierto en la nevera. El jalamecate crece rápido, pero como yerba mala: sin raíz y con fecha de vencimiento.

La otra cara de la moneda es igual de peligrosa: el que para subir, desmerita al otro. Ese personaje que en cada reunión arranca con un “sí, pero…” para bajarle el pulso a las ideas de los demás. O el que se inventa errores ajenos para resaltar sus supuestos aciertos. Ese tipo de “estrategia” puede sonar astuta, pero deja un rastro de enemigos y un expediente más largo que fila de pasaportes.

Entonces, ¿cómo crece uno en su trabajo con dignidad, sin jalamecatear?

  1. Hable con resultados, no con halagos. En vez de estar aplaudiendo hasta el estornudo del jefe, haga su trabajo bien, entregue a tiempo y dé soluciones. El respeto se gana con hechos.

  2. Colabore sin miedo. Ayudar al compañero no le quita brillo, al contrario: lo hace ver confiable y con liderazgo natural.

  3. Aprenda a vender sus logros sin sonar a radio guarachita. Decir lo que usted hace no es jalamecateo, es visibilidad. La clave está en el tono: menos “mire qué duro soy” y más “aquí está el resultado, ¿cómo podemos mejorar?”

  4. Siembra relaciones, no favores. El que solo se acerca para buscar “su cosita” es fácil de detectar. En cambio, el que construye confianza, permanece.

La moraleja: el crecimiento laboral no es una carrera de chismes ni un concurso de risitas falsas. Es constancia, calidad, respeto y saber que la oficina no es una tarima para uno brillar solo, sino un escenario donde el equipo completo sube el telón.

Así que, mi querido lector, la próxima vez que sienta la tentación de comprarle el refresco al jefe solo para que lo mire con cariño, acuérdese: ser jalamecate da view, pero no deja legado… recuerde: ‘no es más listo el que besa más botas, sino el que hace su trabajo con cabeza’.”

¿Pensaste en alguien? Relájate, que yo solo pasaba por aquí, la culpa no es mía.

Definición.  Jalamecate: Lambón de oficio, con sonrisa incluida.

lunes, 15 de septiembre de 2025

ENEMIGOS GRATIS: ¡SOLO BRILLA!

En esta tierra donde hasta el dominó se juega con pasión y la vida se comenta en la fila del colmado, hay un fenómeno curioso: los enemigos gratis. Sí, gratis, como las muestras de jugo en pricesmart. No hay que buscarlos, ellos llegan solos. ¿La razón? Tan simple como peligrosa: brillaste.

Brillar no siempre significa andar con cadenas de oro o con un foco en la frente. A veces basta con ser trabajador, alegre, auténtico, o con tener la osadía de lograr lo que otros no se atrevieron ni a intentar. Y eso, querido lector, tiene un precio: la suscripción automática al club de los que no te soportan.

Pasos para ganarte enemigos gratis

1. Sé auténtico (el pecado original).
En un mundo donde muchos viven de apariencias, ser auténtico es un acto casi revolucionario. La autenticidad incomoda porque no tiene filtro, porque no pide permiso, porque no se disfraza para caer bien. El que es auténtico no necesita “photoshop emocional” para encajar. Y claro, eso irrita a los que viven pendientes de la aprobación ajena. Si decides reír fuerte aunque a otros les moleste, si te atreves a decir lo que piensas sin adornos innecesarios, ya levantaste ronchas. 

2. Atrévete a triunfar.
En este país, hasta sacar la licencia de conducir puede convertirse en un triunfo. Ahora imagínate terminar una carrera, emprender un negocio, viajar o lograr un cambio físico importante. Eso, en lugar de motivar a algunos, se convierte en una espina en su orgullo. ¿Por qué? Porque tu éxito evidencia su abandono, su falta de disciplina, o simplemente su miedo a intentar. Tú no hiciste nada malo: solo te esforzaste. Pero para ellos, tu logro se siente como una bofetada silenciosa. 

3. Brilla sin pedir permiso.
La alegría tiene un poder extraño: molesta. Y más si viene de alguien que, según otros, “no tiene razón para estar feliz”. Cuando decides vivir con entusiasmo, bailar aunque no haya música, reír aunque los problemas existan, se genera incomodidad. El enemigo gratis no soporta tu brillo porque le recuerda la sombra donde eligió quedarse. Para él, tu sonrisa es un desafío, tu celebración un agravio personal. La verdad es que nadie necesita dar explicaciones para disfrutar la vida. Si quieres brillar, brilla. No preguntes si puedes, porque el permiso nunca llegará. 

4. No entres al ring.
Aquí está la trampa favorita del enemigo gratis: provocarte. Quieren que te ensucies en su pleito, que respondas a sus indirectas, que devuelvas las piedras. Pero recuerda: no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. El silencio es un arma poderosa. Cuando decides no responder, dejas que la tormenta se apague sola. No entrar al ring no es cobardía, es inteligencia. Porque si peleas con alguien que vive en la oscuridad, al final ambos terminan manchados. No pierdas tu tiempo en demostrar lo que ya está claro: que brillas. ¿Y cómo se defiende una vela de la oscuridad? Encendiéndose más. Que hablen, que inventen, que ladren… mientras tú sigues avanzando, ellos se quedan discutiendo en la esquina.

Recuerda: no es contra ti, es contra ellos mismos. 

Este es el truco más grande para no volverse loco con los enemigos gratis: entender que la batalla no es contigo, es con ellos mismos. Tú solo eres el “pretexto” visible de una guerra interna que ellos ya tenían perdida.

El enemigo gratis no odia tu sonrisa, odia que la suya está apagada. No le molesta tu logro, le duele su propia renuncia. No le incomoda tu autenticidad, sino la máscara que se puso hace años y ahora no se puede quitar. En el fondo, tú eres un espejo que refleja lo que les falta, y ese reflejo les quema como el sol a las 12 del mediodía en agosto.

Lo mejor que puedes hacer es no personalizarlo. Porque si crees que de verdad es contra ti, caerás en la trampa de apagar tu luz o sentir culpa por brillar. Y no, la culpa no es tuya. El problema no es tu brillo, es su sombra.

Así que cada vez que aparezca uno de esos enemigos gratuitos, míralo como quien ve un carro viejo tocando bocina porque no puede arrancar: mucho ruido, poco avance. Tú sigue en lo tuyo, que al final no hay pleito que dure más que una conciencia en paz.

Y como diría un buen dominicano: “Si no tienes enemigos, revísate… a lo mejor es que no estás haciendo nada interesante”.

martes, 9 de septiembre de 2025

CUANDO EL PESIMISMO ANDA SUELTO Y SIN GPS

Porque si el vaso está medio lleno o medio vacío, depende de quién lo mire… y de si hay hielo.

Por: Massiel Reyes-Lecont  

En este país hay gente que nació con un talento natural: complicar lo sencillo. Son expertos en encontrarle el lado oscuro al sol y en ver el vaso medio vacío, aunque el vaso esté rebosao. Tú les das una solución y de inmediato se convierten en ingenieros de problemas.

Por ejemplo:
—“Mira, me salió una entrevista de trabajo.”
—“Ajá, y seguro ya tienen a alguien ahí, eso es de embuste.”

—“Creo que esta relación va bien.”
—“Sí… hasta que se acabe, tú verás.”

—“Me compré un carro nuevo.”
—“Felicidades… ahora prepárate pa’ los tapones y la gasolina cara.”

O aquel clásico:
—“Vamos a ahorrar entre todos y hacemos el viaje soñado.”
—“¿Y si se atrasa el vuelo? ¿Y si llueve? ¿Y si el avión se cae?”

¡Señores! Es que hay gente que le tiene alergia a la alegría. No disfrutan la brisa porque dicen que puede venir una tormenta. No comen helado porque les puede dar gripe. No sonríen en la foto porque después “la vida da mucha vuelta”.

Y uno se pregunta: ¿qué clase de ejercicio mental hacen pa’ convertir un chance de felicidad en una tragedia griega?

Lo cierto es que el pesimismo, aunque parezca un chiste, es contagioso. Se pega rápido y, si no nos cuidamos, nos amargan el café de la mañana. Pero también existe la contraparte: la gente que ve en cada lío una oportunidad. Esos son los que se mojan bajo la lluvia bailando, los que convierten un apagón en noche de dominó y los que, aunque el banco esté en número rojos, te dicen: “tranquilo, que con fe y arroz blanco siempre se resuelve”.

La vida, al final, es como un sancocho. Siempre va a tener hueso y cosas duras, pero también tiene su carne y su sazón. Depende de cada quien decidir si se queda atragantao con la yautía o si disfruta el caldito sabroso.

Así que, querido lector, la próxima vez que se le presente un problema, pregúntese bien: ¿va a ser de los que buscan la solución o de los que inventan mil excusas pa’ que nada funcione? Porque entre el pesimismo y el optimismo hay una línea más delgadita que hoja de yuca… y muchas veces solo hace falta un chin de sazón pa’ cruzarla y disfrutar del sabor de la vida.

viernes, 5 de septiembre de 2025

SINCERIDAD vs. SINCERICIDIO: ¿Decir la verdad o morirse con ella?


En esta vida, mi querido lector, uno siempre tiene que andar con cuidado con lo que sale de la boca. Porque hay una cosa muy bonita llamada sinceridad, y otra muy peligrosa llamada sincericidio. La primera te hace ver como una persona honesta, clara y hasta confiable. La segunda… bueno, la segunda te puede costar desde una amistad hasta un buen zumbón de tu jefe.

La sinceridad es como el mangú con los tres golpes: nutritiva, sabrosa y necesaria. Uno siente paz cuando dice la verdad sin malicia, sin adornos de más, pero con respeto. Ahora, el sincericidio es como ese café sin azúcar que te dan en una reunión larga: te despierta, pero a la mala.

Nosotros, los dominicanos, somos expertos en ponerle sazón a las palabras. Uno puede decir la cosa más dura, pero entre risas, con una chercha de por medio, y la gente hasta se lo goza. Ejemplo: en vez de soltar un “tú estás gordo”, lo disfrazamos con un “te tan' regalando la libra de arro'. Estás comiendo bueno”. Eso es sinceridad con gracia.

Pero cuando a alguien se le ocurre decir lo mismo en modo sincericidio —“la crema!!, pareces un pastel en hoja mal envuelto en navida'”—, ahí se acabó el coro. Y es que no es lo mismo ser sincero que ser lengüetero.

En la oficina es donde más se prueba este dilema. Tú quieres ser honesto, pero no quieres perder el empleo. Ejemplo: tu jefe te presenta un proyecto horrible, de esos que ni el PowerPoint quiere abrir, ni el ChatGPT reconoce. La sinceridad te dice: “jefe, creo que podemos pulirlo más”. El sincericidio, en cambio, te hace soltar: “con ese disparate no llegamos ni a la esquina”. Resultado: la nómina no te vuelve a ver.

Ahí es donde el sincericidio hace más estragos. Porque una cosa es ser claro con la pareja y decirle: “amor, creo que deberíamos mejorar la comunicación”. Y otra muy distinta es salir con un: “yo hablo más con mi cargador que contigo”. ¿Ves la diferencia? Una construye, la otra destruye y, de paso, te deja durmiendo en el mueble.

La sinceridad es medicina; el sincericidio es veneno. Todo está en la dosis y en la forma. Porque la verdad no mata, lo que mata es cómo uno la dispara. Así que antes de soltar un comentario, pregúntese: ¿voy a ser sincero o me voy a suicidar socialmente con esta lengua suelta?

Porque el que dice la verdad con respeto siempre abre puertas, y el que habla sin filtro… termina cerrándolas todas de golpe.


jueves, 4 de septiembre de 2025

ENTRE TÓXICOS Y VITAMINAS ¿con quién te estás juntando?

Por: Massiel Reyes-Lecont

En la vida, querido lector, hay dos especies muy particulares: las personas tóxicas y las personas vitaminas. Sí, así mismo como lo oye. Unos te suben la presión y otros te suben la vida.

Los tóxicos son como ese zumbador de mosquitos en el oído cuando estás durmiendo: no te dejan en paz. Son los que siempre tienen un “pero” para todo, los que cuando tú dices “me compré un carrito”, te sueltan: “¿y con qué dinero? Seguro está encharcao hasta que Duarte sea presidente”. ¡Dios mío, suelten banda! Todo lo ven negro y hasta la alegría más grande se les hace un drama. Los tóxicos son como esa nube que se atraviesa justo cuando ibas a tomar la mejor foto del atardecer: llegan, se plantan y arruinan la vista. 

En cambio, las personas vitaminas son otra cosa: esos son los que te empujan pa’ lante, los que te aplauden hasta cuando fríes un huevo sin romper la yema. Te dicen: “¡Dale, tú puedes!” y hasta te hacen sentir que ganaste una medalla olímpica porque lograste levantarte temprano un lunes.

En el trabajo, los tóxicos son como ese cafecito que uno pide y llega frío: nada te alegra el día. Esa coca cola que llega caliente cuando hace calor. Son los compañeros que critican todo, se quejan de cada proyecto y parecen competir pa’ ver quién arruina más el ambiente. Hasta una reunión corta se puede sentir como una novela de suspenso con ellos cerca. Pero ojo, aprender a lidiar con ellos con humor y poner distancia cuando hace falta es la clave pa’ que no te roben la motivación ni las ganas de seguir adelante.

La diferencia es evidente: los tóxicos te restan, los vitaminas te multiplican. Y no se trata solo de halagos; se trata de energía, de esas vibras que uno siente al terminar una conversación. ¿Acabaste con el ánimo por el suelo o con ganas de conquistar el mundo? Esa es la señal.

Y ojo, no es que a los tóxicos hay que odiarlos. No, porque también enseñan: te muestran lo que NO quieres ser y lo que no debes permitir en tu vida. Es como el ají picante: en poca dosis da sabor, pero si te descuidas, te arde hasta el alma.

Así que haga su inventario: Si al terminar una conversación usted siente que le pesa el cuerpo como si hubiera cargado blo' en Guachupita, ya usted sabe… ¡suelte eso! Pero si termina con energía, con ganas de bailar un merengue o ponerse creativo, entonces celebre, que está rodeado de pura vitamina.

Porque al final, querido lector, la vida es corta y no se hizo pa’ andar envenenado. Mejor póngase pa’ lo suyo y busque gente que, en vez de chuparle la energía, le dé pilas pa’ seguir soñando. No necesitamos sumar gente que nos baje el ánimo. Escoger con quién compartimos tiempo y poner distancia con los tóxicos es un acto de sabiduría… y de supervivencia social.

Así que recuerde: rodéese de personas vitamina y enfrente a los tóxicos con prudencia y buen humor. Una sonrisa estratégica frente a la negatividad, combinada con la compañía correcta, es la receta pa’ mantener la motivación, la alegría y la salud emocional. Porque la vida, se vive mejor riéndose… incluso cuando un tóxico anda cerca.


¿ASOPAO O SANCOCHO?: el pleito nacional de los días grises

Por Massiel Reyes Leconte Cuando el cielo se pone gris y el aguacero comienza a cantar en los techos, el dominicano promedio no piensa en pa...