viernes, 1 de agosto de 2025

EL RADAR DE LAS MADRES DOMINICANAS

Ese sexto sentido que convertía cualquier campamento en una misión de alto riesgo.

Por: Massiel Reyes-Lecont 

Mire, si existe algo más preciso que el Wi-Fi de la vecina o que el olfato para encontrar un locrio de arenque a dos esquinas, es el radar maternal dominicano. Esa antena invisible que tienen nuestras madres y que se activaba en cuanto uno pronunciaba la palabra “viaje”.

—Mami, me voy de campamento con el colegio.

Y ahí mismo, ella, con la toalla de fregar al hombro, la bata floreada y la voz grave de película:
—Yo no sé, pero anoche soñé contigo… y no era nada bueno.

¡Y adiós emoción! Porque cuando mami decía eso, usted quedaba como gallina en carretera.

EL DICCIONARIO DE LOS SUEÑOS DE MAMI

  • Sueño con agua: peligro.
  • Sueño con dientes: Alguien se va. Eso e' muerte segura.
  • Sueño con serpientes: ¡ay Dios mío, ni te me muevas de esta casa!

Y si soñaban con mucha gente, al abrir los ojos ya estaba verificando la ropa negra y si el colmado tenia café porque ese velorio iba porque iba. 

¡Y no había argumento que la hiciera cambiar de opinión! Usted podía sacar la lógica y la ciencia, y ella le salía con su frase favorita:

—Mire, yo no sé de eso… pero uno siente. No digo mas. 

Al final, entre la presión emocional y el drama de barrio, usted terminaba yéndose con la bendición, medio persignado y con la certeza de que cualquier resbalón sería culpa del sueño de mami. Uno juraba que nuestras pobres progenitoras tenían línea directa con el cielo ¡y sin necesidad de WhatsApp!

La escena era siempre igual:

Ella, en la cocina, batiendo café como quien bate un argumento imbatible:
—Yo no estoy diciendo que no vayas, mi hijo, pero uno siente cosas… ¡Mira ese sueño! Y tú ahí, con la mochila lista, sintiéndote como protagonista de una telenovela de suspenso.

Lo más cómico es que esos “sueños terribles” casi siempre tenían el mismo final: no pasaba nada. Uno iba al campamento, bebia agua del rio, regresaba con picaduras de mosquito y la seguridad de que el único peligro real fue el dormir con un compañero/a que cenó domplin con pica pica y de postre se comió unas habichuelas con dulce.

Pero, ah, cuando regresabas, ¿qué te decía ella?
—¿Viste que no te pasó nada? ¡Fue porque yo oré mucho!

Y ahí uno entendía: el sueño no fue advertencia, era estrategia de amor. Esa forma peculiar que tienen las madres de disfrazar el miedo con superstición, para no decir de frente: —Hijo, me da pánico que salgas y no pueda cuidarte.

Hoy, uno se ríe de eso… hasta que le toca el turno. Porque sí, señores: esa antena es hereditaria. Que se cuide el que no lo crea, porque llega un día que uno suelta la misma frase, sin darse cuenta:

—Yo no sé, pero soñé contigo… y no era nada bueno.

Y ahí uno entiende que el radar de las madres dominicanas no se apaga nunca: solo cambia de dueña.

¿Y tú? ¿Te ha pasado como madre o como hij@? ¡Cuéntame!


EL RADAR DE LAS MADRES DOMINICANAS

Ese sexto sentido que convertía cualquier campamento en una misión de alto riesgo. Por: Massiel Reyes-Lecont  Mire, si existe algo más preci...