jueves, 24 de julio de 2025

🎓 ENTRE TOGAS, LÁGRIMAS Y SUEÑOS CUMPLIDOS

La emotiva ceremonia de bachillerato de PREPARA en el Centro Educativo La UREÑA recordó que la educación transforma, no importa la edad ni las circunstancias.

Por: Massiel Reyes Leconte 

Una ceremonia de graduación puede parecer un evento más en el calendario escolar, pero hay actos que no solo celebran logros: celebran vidas que decidieron no rendirse.

Tuve el honor de ser Maestra de Ceremonias en la graduación de la Escuela LA UREÑA, del programa PREPARA, donde 35 nuevos bachilleres recibieron su certificado. Y aunque en teoría iba a conducir un acto académico, lo que viví fue algo mucho más grande: un desfile de historias, luchas, esfuerzos y sueños cumplidos. Cada nombre que anunciaba tenía una historia detrás. Cada aplauso contenía años de esfuerzo y sueños postergados que por fin se hacían realidad.

Allí estaban ellas: mujeres con vestidos largos, maquillaje digno de gala y una toga cubriéndolo todo, excepto el orgullo. Entre el público, los hijos pequeños miraban a sus madres subir al escenario. Más que recibir un título, ellas daban una lección silenciosa: “sí se puede”. Vi a una en particular, que sostenía con fuerza el diploma mientras sus ojos buscaban a su hija en el público. No hizo falta que dijera nada. El gesto hablaba por sí solo.

También vi a hombres con traje y corbata. El símbolo de elegancia para ese día especial contrastaba con sus historias diarias de esfuerzo: trabajar largas jornadas, cumplir en casa y luego correr al aula a ganarle una batalla al cansancio. Varios llegaron tarde. Solo les dieron una o dos horas en el trabajo para celebrar. Pero eso no les quitó la emoción de estar allí. Como si por fin alguien les dijera: “lo lograste, valió la pena”.

El estudiante de mayor excelencia no era un adolescente. Era un caballero que sobrepasaba los 49 años. Cuando lo llamé al frente y vi sus pasos firmes, sentí cómo se me apretaba el pecho. Pensé en lo que tuvo que vencer para llegar ahí: miedo, tiempo, cansancio, responsabilidades. Él no solo se graduó: nos enseñó que nunca es tarde. No conozco toda su historia, pero su andar pausado, su mirada firme y sus manos temblorosas hablaban más que mil palabras. Ese diploma era su medalla de guerra.

Y sí, los profesores y directivos también estaban allí, algunos con ojeras, otros con sonrisas que no se les quitaban ni con el cansancio acumulado. Porque formar adultos no es tarea fácil. Implica más que enseñar: implica acompañar, animar, insistir y muchas veces, creer por ellos hasta que crean por sí mismos. Ellos también se graduaron ese día. En humanidad, paciencia y entrega.

Lo que viví ese dia no fue solo una entrega de diplomas. Fue una celebración del espíritu humano. Una demostración de que la educación sigue siendo una herramienta de transformación poderosa, especialmente para quienes no tuvieron la oportunidad a tiempo, pero decidieron darse una segunda oportunidad.

Desde el escenario, vi cómo una generación de adultos se alzaba, no solo con títulos, sino con dignidad. Y entendí algo que no se enseña en libros: los sueños no tienen fecha de vencimiento. Solo esperan que nos atrevamos a ir tras ellos.

📌 ¿Te inspiró esta historia? Compártela con alguien que esté pensando en rendirse. Tal vez lo que necesita es ver que sí se puede.


LIMPIEZA PROFUNDA: hoy sacamos a pasear al envidioso (y lo dejamos fuera)

📆 Edición de los que ya no aguantan más.

Por Massiel Reyes Leconte 

¿Alguna vez has sentido que alguien te mira como si tu éxito les diera alergia? ¿Que cada vez que compartes algo bonito, alguien frunce más la cara que si chupara limón sin sal? Querido lector, no es tu imaginación: tienes un envidioso en tu vida. Pero no temas, este artículo es tu desinfectante emocional. Hoy te enseñamos, con humor y verdad, cómo eliminar a los envidiosos de tu entorno... ¡sin perder el glamour ni el buen ánimo!

Identifica a la serpiente (con buena luz, por favor, y si es con sol de las 12, mejor!)

Mira, el envidioso no siempre silba, pero deja rastro... como aceite de salami en blusa blanca. A veces se disfraza de pana, de prima lejana o de compañero de trabajo que “solo quiere lo mejor para ti” (ajá, sí... lo mejor, pero pa’ él).

Es ese que te dice: “¡Ay, qué bueno que te subieron en el trabajo!... aunque tú ni te lo esperabas, ¿verdad?” Con una cara de “me estoy tragando el pique pero con clase”.

O esa amiga que te mira el vestido de gala, frunce el entrecejo y te suelta: “Mmm... te queda diferente...” (Diferente a qué, doña, ¿a una cortina?)

No les da gripe, les da rabia existencial cada vez que tú floreces. Están bien hasta que te ven feliz, porque cuando tú progresas, a ellos se les daña el WiFi emocional. ¡Y tú floreces tanto, mi amor, que pareces mata de albahaca en patio ajeno!

Son gente que no necesita disfraz en Halloween porque viven disfrazados todo el año. En vez de ponerte pa’ lo tuyo, quieren que tú te pongas pa’ lo de ellos, ¡y con gusto! Pero ¿y tú? Tú ni caso. Tú te haces tu moñito, te echas tu brillito y sigues pa’lante, con tu flow, tu swing, y tu bendición encima. Porque quien nació pa’ brillar, no tiene que pedirle permiso a las lámparas apagadas.

Elimina sin remordimientos: no es egoísmo, es salud mental

Tener envidiosos cerca es como tener goteras en el techo emocional: por más que te esfuerces, siempre hay humedad. ¡Ya basta! No estás obligado a mantener relaciones por costumbre, cortesía o chantaje emocional.

Dato serio entre tanto relajo: La envidia constante contamina. Está comprobado que rodearte de gente tóxica eleva tu estrés, afecta tu autoestima y hasta tu productividad. Así que, sí: eliminar envidiosos es también una decisión inteligente.

Hazlo con clase... y con gracia

No hace falta tirar platos ni escribir indirectas en redes sociales (aunque confieso: se siente sabroso a veces). Puedes aplicar técnicas como:

  • La distancia elegante: Deja de compartir con ellos tus proyectos, tu alegría, ¡y hasta tus memes!

  • El ghosteo diplomático: Respondes tarde, poco, y siempre con frases de una sola sílaba. "Ajá", "Mmm", "Ok".

  • El muro de TikTok: Empápalos de tu éxito sin pedirles permiso, que vean y aprendan (o se bloquean, según el caso).

Cuidado, que no seas tú el envidioso en el espejo

Sí, vamos a decirlo sin pena: todos, en algún momento, hemos sentido ese mini ardor cuando a alguien le va mejor que a nosotros. A veces no es odio, ni maldad, es simplemente una punzadita que dice: “¿Y por qué él sí y yo no?”.

Pero cuidado, que una punzadita se convierte en úlcera emocional si no se trata. Si te descubres deseando que a alguien le vaya "menos bien" solo para sentirte "mejor tú", ese es un semáforo rojo directo al corazón. ¿Y sabes qué? No te hace mala persona, te hace humana. La clave está en no quedarte a vivir en ese sentimiento.

Revisar el corazón no es un acto de debilidad, es valentía pura. Aplaudir el éxito ajeno es como hacer abdominales del alma: cuesta al principio, pero fortalece. Porque quien celebra lo bueno de otros, se vuelve imán para cosas buenas también.

 Conclusión: A los envidiosos, ¡gracias por nada!

Gracias por mostrarme que mi luz molesta cuando brilla mucho. Que no todos aplauden cuando uno baila feliz. Y gracias también, porque sin ustedes, no habría aprendido a elegir mejor mi círculo.

Hoy decido andar liviano. Con gente que celebra, no que compite. Que suma, no que calcula. Y si alguno se queda por ahí susurrando veneno... que se lo tome como shot.

Este artículo ha sido revisado por expertos en cortar lazos y conservar la paz. No produce efectos secundarios, solo alivia. Disponible también en versión para imprimir y pegar en la nevera.

martes, 22 de julio de 2025

! NO INSISTAS! La dignidad no es Wi-Fi para andar regalando señal

Por: Massiel Reyes-Lecont

Hay que decirlo sin anestesia pero con una sonrisa:

no insistas por quien no se esfuerza por verte.

Ni por amor, ni por amistad, ni por apellido compartido. Porque si tú eres quien llama, escribe, busca, recuerda y hasta coordina la logística emocional… y del otro lado solo hay silencio, excusas o reacciones tardías, entonces no estás en una relación: estás haciendo voluntariado afectivo.

Así como el café se enfría si no lo tomas, las relaciones también se enfrían si tú eres el único que da calor. ¿Y sabes qué es peor? Que hay gente que se aparece justo cuando ya no queda ni espuma en la taza, pero se atreve a pedir azúcar.

Y ojo, esto no es solo para el “amorcito” que no te escribe ni para dejarte un emoji de fueguito en tu historia. No, mi amor, esto aplica también para los amigos fantasma que solo salen de su cueva en diciembre y pa' la familia; pero alguien muy sabio me dijo que ya ta'ba muy largo y que hiciera otro… 

El que quiere, se sirve (pero también te sirve)

Vamos con lógica básica y sin complicaciones:
Quien quiere verte, te llama, te escribe, te manda aunque sea un sticker de piolín.
Y el que no… tiene siempre una excusa nueva, más creativa que un episodio de la Rosa de Guadalupe (No te haga', que tu sabe' de que toy' hablando).

No es que esté ocupado. Es que no estás en su lista de prioridades.
Y eso, queride, se siente y se nota.
Uno no puede andar detrás de quien ni se molesta en mirar hacia atrás.

“Amistades” que vencen antes que el yogur del Bravo

Hay amistades con fecha de vencimiento más corta que la de una leche abierta en verano y sin tapa. Tú les escribes con cariño: "¿Nos juntamos esta semana?"
Y ellos, con el entusiasmo de quien responde correos del trabajo un lunes a las 8:00 a.m., contestan: "¡Claro! Déjame ver y te aviso."

Spoiler alert:
No ven. No te avisan. Y si lo hacen, es tres semanas después, cuando ya pasaste la fase de ilusión y estás en la etapa de resignación.

La verdad es que hay amistades que parecen suscripciones de prueba: duran poco, prometen mucho, pero al final te cobran en salud mental. No dan seguimiento, no preguntan cómo estás, no se alegran con tus logros ni te acompañan en las caídas. Y tú ahí, queriendo forzar un cariño que claramente ya no vive en esa dirección IP.

Amistad sin interés, sin esfuerzo, sin compromiso… eso no es amistad.
Eso es un recuerdo que aparece de vez en cuando como notificación de cumpleaños en Facebook o cuando necesitan que les cuides al perro.

Porque una amistad de verdad no necesita verse todos los días, pero sí se siente cerca. En cambio, estas “amistades vintage” solo aparecen cuando hay comida, drama o fiesta.

Y tú te preguntas: "¿Seré yo el problema?" No, mi cielo. El problema es que tú estás sembrando en terreno árido y esperas cosecha emocional donde ni riego hay.

Así que si tienes una amistad que caduca cada vez que tú dejas de escribir, que desaparece cuando no hay beneficio, o que solo responde si le mencionas la palabra "parrillada"… te tengo una noticia: eso ya no es amistad, es un recuerdo con conexión intermitente. Y tu cariño merece mejor señal.

Alerta de autoengaño: ¡no te sigas justificando por ellos!

"No me escribió, pero seguro está pasando por algo".
"No me llamó, pero me quiere en silencio".
"No me buscó, pero yo sé que me aprecia".

No, mi amor. Eso no es silencio reflexivo ni cariño espiritual. Eso es desinterés con filtro vintage.

Tu esfuerzo también vale: úsalo con quien lo merece

No hay nada más desgastante que amar, buscar, insistir y preocuparse por quien ni siquiera se esfuerza por responderte un "👍". Si tú haces todo el trabajo emocional, estás en una relación con alguien y contigo mismo. Y eso, a la larga, duele.

Así que hazte el favor: Guarda tu energía, tu cariño, tus ganas y tus memes para quien los aprecie. Y sobre todo, no te pierdas tú por buscar a quien ni se ha dado cuenta que no estás.

Cierre de la Comadre (con voz de abuela sabia):
“El amor no se suplica, la atención no se ruega y el tiempo no se mendiga.
El que quiere estar, está. Y el que no… ¡que se quede donde nunca se movió!”

¿Te cayó el guante? Entonces ya sabes lo que toca: sacudirte el polvo emocional, ajustar tu dignidad como se ajusta un moño en plena boda, y seguir caminando, ¡con todo el swing del que sabe lo que vale!


lunes, 21 de julio de 2025

¡LO QUE PIENSEN LOS DEMAS ES SU PROBLEMA! Tú sigue brillando sin pedir permiso

Por Massiel Reyes Leconte 

En este teatro de la vida, donde todos somos actores sin libreto, hay un público que no falla: los opinólogos. Están en cada esquina, en la oficina, en la familia, y claro, en redes sociales donde ejercen su doctorado en “Meterse en lo que no les importa”. Pero, ¡atención!, lo que piensen los demás de ti… es su problema. ¡Y qué alivio es entender eso!

El club de los que siempre saben más que tú

No importa lo que hagas: si ríes mucho, “estás buscando atención”; si no saludas, “¡qué altivo!”; si cambias de estilo, “quiere llamar la atención”; y si no cambias, “está estancado”. Es decir, te critican si corres, si caminas y si decides sentarte también.
Moraleja: No se puede vivir para el aplauso de una audiencia que cambia de humor como de calcetines.

Sé auténtico… sin atropellar

¡Ojo! Ser auténtico no es andar por ahí como un rinoceronte emocional aplastando sentimientos ajenos. Se trata de ser fiel a ti mismo sin dañar a nadie. Es ese arte sutil de caminar al ritmo de tu propia tambora sin empujar al que va al lado.
¿Te gusta el color neón? Úsalo. ¿Te apasiona bailar en la cocina? ¡Dale play! ¿Quieres decir que no, sin justificarte? Adelante.
Ser auténtico es ser valiente… sin ser impertinente.

El que mucho se fija, poco se encuentra

Vivir mirando hacia los costados para ver “qué dirán” es como manejar con los ojos pegados al retrovisor: peligroso, inútil y agotador. Mientras tratas de encajar en el molde del otro, tú mismo te vas desdibujando.
Y al final, por más que te esfuerces, siempre habrá alguien que opine, critique o cuestione… ¡porque ese es su pasatiempo favorito! Tú, en cambio, dedícate al tuyo: ser feliz con quien eres.

Dale vacaciones al “qué dirán”

¿Sabes qué es libertador? Vivir sin cargar con la aprobación ajena como si fuera equipaje de mano.
Haz lo que amas, vístete como quieras, equivócate con estilo y ríete de ti mismo si hace falta.
El mundo ya está lleno de copias; tu autenticidad es tu superpoder.
Eso sí: sin dañar, sin herir, sin pisotear. Que tu autenticidad no sea excusa para la mala educación, ni tu libertad un megáfono para el ego.

En resumen:
Haz lo que te da paz, no lo que da likes.
Camina por la vida ligero de juicios ajenos.
Y cada vez que alguien opine de ti sin conocerte, solo sonríe y di en tu mente:
"Gracias por tu aporte… pero este guion lo escribo yo."


¿Y tú? ¿Vas a seguir viviendo según las críticas… o te atreves a vivir tu versión sin filtros?

lunes, 14 de julio de 2025

CEREBRO FUERA DE SERVICIO : IA al mando...

De púlpitos a parlamentos, de quirófanos a aulas, la IA está siendo usada más que el sentido común... y a veces más que el café.

Por: Massiel Reyes Leconte, cronista de lo insólitamente cotidiano 

Hay un nuevo protagonista en la historia moderna, y no tiene corazón, ni estómago, ni un solo cabello que peinarse: la Inteligencia Artificial. Y no es que haya llegado de visita... es que ya se instaló, puso su oficina, trajo su taza y hasta pidió clave del WiFi.

Desde políticos que escriben discursos en dos clics hasta ingenieros que ya no dibujan sino en simuladores, el uso de la IA ha cruzado todos los sectores. Incluso en espacios más solemnes —dígase entornos espirituales o académicos— ya hay quienes, en lugar de esperar inspiración divina o meditar en una biblioteca, abren un chat de IA y escriben: “Hazme algo bonito sobre el amor, pero con impacto, y que tenga un versículo, porfa”.

Del alma… a la nube

Y no es para juzgar. De hecho, ¡es entendible! ¿Quién no ha sentido la tentación de pedirle a la IA que resuma ese libro larguísimo, que redacte el discurso de fin de año o que prepare el mensaje del culto con referencias bíblicas y ejemplos modernos? ¡Si lo hace rápido, bonito y sin faltas de ortografía!

Lo curioso es cómo hemos empezado a tercerizar el pensamiento. Lo que antes requería reflexión, diálogo, dudas, papel y borrador… ahora se resuelve con un buen prompt y un clic. Así, líderes, maestros, guías espirituales, médicos, abogados y hasta poetas están comenzando a usar esta herramienta no solo como ayuda, sino como primera opción. O única.

Más IA que intuición

Lo más gracioso es que la IA no se enoja si uno la usa para todo. Pero el cerebro humano sí. Hay neuronas que ya están planificando huelgas con carteles que dicen:
"Nos entrenaron 20 años… para que venga ChatGPT a hacer nuestro trabajo."

Y no es mentira. En muchas reuniones laborales, ya no se preguntan “¿qué opinas tú?” sino “¿ya lo consultaste con la IA?”. Incluso en consultas médicas ya suena:
—“Doctor, ¿eso que me dijo se lo dijo usted o su asistente virtual?”
—“Yo lo validé… pero sí, me ayudó un poco el algoritmo”. 

Al paso que vamos, los estetoscopios serán piezas de museo y el nuevo símbolo del gremio será una buena conexión WiFi. Porque una IA puede sugerir tratamientos, redactar recetas y, si se le permite, hasta decirte lo que probablemente vas a tener dentro de tres años (¡y acertar!).

Muchos predicadores/oradores, ya no oran por inspiración: consultan un generador de sermones con teología adaptativa. ¿Una prédica sobre amor, juicio o fin del mundo? La IA lo redacta en tres segundos, con versículo, aplicación práctica y hasta emojis si hace falta.

Y en la política, no es diferente. Algunos discursos parecen tan genéricos, tan perfectamente ambiguos, que sólo pueden haber sido escritos por una IA... o por un político tradicional, lo cual hoy en día es casi lo mismo.

La tentación del atajo

La IA es brillante, útil, rápida y (a veces) más paciente que un maestro de yoga. El problema no es ella. El problema es que algunos están usándola como muleta para no caminar. Como si tener cerebro fuera opcional. Y no lo es. Porque aunque la IA sepa muchas cosas, no tiene sentido común, conciencia ni empatía humana. Si lo dudas, preguntale a una IA cómo consolar a un niño que acaba de romper su juguete favorito. Spoiler: no lo hará mejor que un abrazo.

Porque la IA puede darte una receta, pero no la sazona como tú. Puede escribirte un discurso, pero no conoce tu historia. Puede darte un mensaje, pero no siente lo que tú sientes.

¿Y entonces qué? ¿Desenchufamos todo?

¡Tampoco así! Se trata de equilibrio. La IA es como una licuadora: útil, práctica, potente… pero tú decides qué ingredientes echarle. No puede pensar por ti. Ni amar por ti. Ni sentir responsabilidad por lo que tú decides copiar y pegar.

Así que estimado lector, sí, usémosla. Pero que no sea ella quien nos use a nosotros. Que sea una herramienta, no el cerebro sustituto. Y si un día te sorprendes diciendo “Déjame pensar…” y luego abres ChatGPT, respira hondo y recuerda: también puedes pensar tú solito. Es gratis. Y todavía funciona.

PD final:
Este artículo fue escrito por una humana con ayuda de su propio cerebro, una taza de café… y sí, un poquito de IA. Pero lo pintoresco es completamente artesanal. 


viernes, 11 de julio de 2025

¡NO, MI AMOR, NO! : El divino arte de negarse sin culpa (ni morir en el intento)

Por Massiel Reyes Lecont 

Hay quienes nacen con el don de cantar. Otros con el don de cocinar sin quemar el arroz. Y luego están los elegidos: (inserte música solemne y voz de Roberto Angel al iniciar las narraciones de sus peliculas) esos seres celestiales que saben decir NO sin tartamudear, sin sentir culpa, y sin necesidad de comerse una fundita de 10 panes para calmar la ansiedad después. 

Sí, tú, la que se tragó una salida con esas amigas insoportables “porque ya habías dicho que SI”. Tú, la que terminó horneando 60 cupcakes para el colegio de la hija de otra, sin saber cómo, ni cuándo, ni por qué, ni con qué (no te dió ni uan $). ¿Por qué? Porque no supiste decir: “¡NO, MI AMOR, NO!”

Sí, amiga. Sí, varón. Hay quienes logran negarse a reuniones innecesarias, compromisos forzados y favores que no les corresponden... y viven para contarlo. Este artículo es un homenaje a ellos, y una guía para quienes aún sudan frío cuando les dicen:
—“Oye, ¿tú podrías...?” 

El club de los “sí” arrepentidos

¿Alguna vez has dicho que sí… y luego sentiste cómo se te evaporaba la paz del alma? Como si hubieras firmado un contrato con el estrés, la incomodidad y las ganas de inventarte una excusa creíble para desaparecer. Bienvenidos y bienvenidas al club de los “sí” arrepentidos: fundado por gente que quería complacer, quedar bien, evitar conflictos o simplemente no supo cómo salir del gancho… hasta que ya era muy tarde.

  • Dijiste que sí a cubrirle el turno a la compañera que "solo iba al salón un momentico". Eran las 8:00 a. m. y todavía a las 12:15 p. m. no había regresado.

  • Aceptaste cantar en el culto del sábado sin haber ensayado porque "el Señor provee". Y sí, proveyó... ¡vergüenza ajena para todos! porque no estabas listo/a.

  • Dijiste que sí a coordinar la decoración de la boda de alguien que conoces más por Instagram que por la vida real.

  • Dijiste que “sí” al compañero para entregar un informe el lunes... ¡sabiendo que tenías una boda, dos cultos, un baby shower y cero ganas de abrir la laptop el fin de semana!

  • O peor aún, aceptaste ser “encargado/a”, en la junta de vecino, en la universidad, en el trabajo y en la iglesia, sin saber qué implicaba, y ahora tienes cuatro grupos de WhatsApp con 666 mensajes sin leer todos los días.

Todo porque decir “no” te da culpa. Porque te educaron para ser amable, servicial, buena onda. Pero, amiga, amigo, amigue: ¡ser buena persona no significa ser alfombra! Todo eso, porque decir que no te da cosa

El arte de negarse con gracia (sin quedar como ogro)

En esta sociedad que aplaude al “colaborador”, al “disponible”, al “cuenta conmigo”, decir que no es como romper una piñata en un velorio: técnicamente posible, pero socialmente incómodo.

Vamos por partes: decir NO no te hace mala persona. No te quita el Espíritu Santo. No rompe tu hoja de vida. No te excomulga del grupo de la iglesia ni hace que tus compañeros de trabajo pongan cara larga en la cafetería. Estás simplemente... ejerciendo tu humanidad. ¡Y eso, amigos míos, es de valientes!

Decir no, bien dicho, con educación y gracia, es tan sano como tomarse una infusión de jengibre: puede picar un poco, pero hace bien. Decir no, no tiene que ser brusco, ni ofensivo. Puedes aprender a negarte con gracia, como quien ofrece un chocolate pero se queda con el último para sí. 

Aquí van unos ejemplos de “NOs” con altura:

  • “Me encantaría ayudarte, pero esta vez voy a tener que decir que no.”

  • “Gracias por pensar en mí, pero no puedo asumir eso ahora mismo.”

  • “En este momento no tengo el espacio mental ni físico para hacerlo.”

  • “Voy a ser honesta/o contigo: no puedo comprometerme y cumplir bien, así que prefiero no tomarlo.”

—Y la más poderosa de todas: “No, gracias”. Punto. Sin justificación. Sin ensayo. Sin culpa.

¿Y la culpa?

¡Esa es la parte divertida! La culpa es como el Wi-Fi público: aparece en todos lados y es más fastidiosa que útil.

Te hace pensar que estás fallando, cuando en realidad estás cuidándote. Que estás abandonando, cuando en realidad estás respetando tus límites. Que no eres “buena cristiana”, "amiga", "hermana", "Vecina"... Mira, esa culpa es un invento social. Una manipulación emocional disfrazada de “ay, pero tú eres tan buena gente”. ¿Y qué si eres buena? También eres humana, tienes límites, y el que no lo entienda... que lo anote en su diario, pero no en tu agenda.

La culpa es ese polizón no invitado que te acompaña como el aguacero justo cuando sales sin sombrilla. Pero decir que no con claridad no debería venir acompañado de tormenta emocional. La culpa solo aparece cuando crees que decir no es un pecado, en lugar de verlo como lo que es: un derecho.

Cosas que pasan cuando aprendes a decir NO:

  • Tu calendario empieza a parecer tuyo de verdad.

  • Ya no sientes que necesitas tres clones para sobrevivir.

  • Puedes disfrutar de tus propios compromisos sin estrés ni resentimiento.

  • Aprendes a decir SÍ a lo que realmente deseas, no a lo que te cae encima.

  • Tus amigos, compañeros de trabajo, familia y hermanos de iglesia empiezan a entender que eres humano/a, no multifunción.

Conclusión (pero sin drama)

Decir NO es un acto de amor. Amor propio, primero que todo. Es no llegar al punto de explotar para que los demás se den cuenta de que estabas cansado/a. Es enseñar, sin ofender, que tus límites también son parte del plan de Dios para tu vida.

Aprender a decir “no” no es rechazar a los demás. Es elegirte a ti sin excusas. Es ponerle protector solar a tu energía. Es no andar por la vida como si fueras servicio al cliente 24/7.

Decir NO no es egoísmo. Es sabiduría. Es honestidad. Es saber que no eres ni salvador del mundo, ni gerente de la felicidad ajena, ni el reemplazo oficial de nadie.

Así que la próxima vez que alguien venga con cara de “solo tú puedes ayudarme” y tú sabes que no puedes… respira profundo, sonríe bonito, y suéltale con elegancia celestial:

“¡NO, MI AMOR, NO!... y que el Señor provea otro.”

Si te ha pasado… o "le pasó a una amiga", ya tú sabes: es hora de practicar el “no” con elegancia y sin remordimiento. Porque aquí entre nos… todos hemos dicho que sí con el alma gritando: “¡ay, pero yo no quería!”

jueves, 10 de julio de 2025

GENTE BRILLANTE... PERO SIN BATERIA : El drama tropical del talento sin disciplina

Cuando el talento se despierta tarde, y la disciplina ya fue a trabajar.

Por: Massiel Reyes-Lecont

Hay un curioso personaje que todos hemos conocido (o quizá seas tú, pero no lo digas muy alto). Es esa persona increíblemente talentosa, que lo tiene todo para brillar... pero nunca termina de prender el bombillo. Tiene chispa, pero no hay fósforo. Tiene voz, pero no llega al ensayo. Tiene ideas, pero no llega a la reunión. En resumen: un genio… que se quedó dormido en su propia genialidad.

Sí, hablamos de los talentos sin disciplina: esa fauna colorida y frustrante del mundo moderno. Personas que podrían escribir bestsellers, pero prefieren escribir excusas. Que podrían cambiar el mundo, pero se quedan cambiando de serie en Netflix. Que tienen más dones que una piñata de cumpleaños, pero no se comprometen ni con el despertador.

La maldición del “yo pudiera si quisiera”

Estos personajes viven en un universo paralelo donde todo lo que podrían haber hecho es mejor que lo que tú hiciste con esfuerzo. “Si yo me pongo, lo logro”, dicen con una seguridad envidiable, mientras tú te rompes la espalda en tu proyecto de tesis. “Lo que pasa es que no me gusta forzar, eso llega solo”, sueltan con una tranquilidad budista, ignorando que incluso Buda madrugaba.

Y ojo: no es que no tengan capacidad. ¡La tienen! Pero les falta algo que no venden en Amazon: constancia. Porque la disciplina no es sexy, no es viral, no da likes… pero es la que te lleva del “casi lo logré” al “lo logré, punto”.

Excusólogos con PhD

Estos talentos indisciplinados tienen un doctorado en justificaciones. Son expertos en explicar por qué no han hecho nada, pero con tanta gracia que uno casi les cree. Frases como:

  • “No me presiono porque lo creativo no se fuerza.”

  • “Tengo que esperar que las energías estén alineadas.”

  • “Hoy no fluí, pero mañana arranco.”

  • “Yo soy más de trabajar bajo presión… extrema… de último minuto… o nunca.”

Y mientras tanto, el tiempo pasa, los proyectos caducan, los talentos se oxidan y el mundo sigue girando sin ellos.

La pobreza más cara

Y aquí viene lo duro: detrás de ese desorden disfrazado de “libertad creativa” suele esconderse lo que algunos llaman pobreza mental. No me refiero a falta de inteligencia, sino a esa actitud limitada que se conforma con poco, que prefiere la comodidad del intento eterno a la incomodidad del logro verdadero. Esa mediocridad con cara de “yo valgo mucho, pero no quiero demostrarlo ahora mismo”.

Porque seamos honestos: no hay nada más caro que un talento sin disciplina. Es como tener una Ferrari y no echarle gasolina. Es tener un cohete en el patio, pero no tener ganas de aprender a pilotarlo.

¿Y si…?

¿Y si todos esos cerebros brillantes se levantaran temprano, se organizaran, se comprometieran con sus sueños como se comprometen con sus excusas? ¿Y si dejaran de ser potencial para convertirse en acción? ¿Y si la inspiración los encontrara… trabajando?

Mientras tanto, los que no somos genios, pero sí tenemos algo de disciplina, seguimos aquí: avanzando lento, pero avanzando. Porque al final, el mundo no lo cambian los más brillantes, sino los que se atreven a empezar… y terminar.

Y si este artículo te hizo pensar en alguien… no fue mi culpa. Pero si te hizo pensar en ti, bueno… quizás todavía estés a tiempo de ponerle gasolina a ese Ferrari mental que tienes parqueado hace años.

¿Arrancamos?

“La disciplina, tarde o temprano, vencerá a la inteligencia.”
— Yokoi Kenji

🎓 ENTRE TOGAS, LÁGRIMAS Y SUEÑOS CUMPLIDOS

La emotiva ceremonia de bachillerato de PREPARA en el Centro Educativo La UREÑA recordó que la educación transforma, no importa la edad ni l...